sábado, 25 de agosto de 2012

La nueva cultura del mercenariado

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La reinvención del trabajo y el futuro del freelance.

Llevo trabajando por cuenta propia desde el final de la década de los 80. Excepto un breve lapso de tres años, entre el 2003 y el 2006, que me sirvió para hacer tabla rasa y volver a empezar, llevo 30 años sin el paraguas que da cobijo a quien trabaja por cuenta ajena. Ya estuve ahí durante unos años y no me sentó bien. Eso sí, tenía un sueldo que no estaba nada mal. Está claro que la seguridad del sueldo fijo no es el único valor en el que sustentar el trabajo profesional.

El trabajador que vive sin paraguas, el freelance, también denominado mercenario, es un emprendedor continuo, un empresario de su libertad, la cual pide presupuestos rigurosos. Vivimos momentos de auge en lo referente a esta figura, está claro. Unos llegan a ella por vocación; otros llegarán por necesidad, dado el actual contexto.

Aún con todo, la figura del freelance no es nueva. Hemos de tener en cuenta que el trabajo a sueldo estable ha sido un invento reciente. Lo normal ha sido trabajar, a menudo, en situaciones precarias. Sin embargo, todo hay que decirlo, hay freelances privilegiados. Su presencia es tan habitual que no nos parecen freelances, y ni mucho menos mercenarios, en parte porque son conocidos por el nombre de su oficio, usualmente de prestigio. Ahí tenemos a muchos abogados, médicos, arquitectos, diseñadores, artistas, etcétera. Estos freelances,  especialmente los adscritos a profesiones de postín, cuentan con que su profesión se ha hecho necesaria para la sociedad, y por ello nadie se libra de solicitar sus servicios en un momento u otro de su vida. Estos perfiles profesionales, freelances tradicionales, funcionan en medio de redes formadas por colegas con los que complementarse y protegerse, relaciones de conveniencia, clientes y prescriptores que les recomiendan, además de formas de publicidad muy variada. Se trata de personas muy habituadas a trabajar así. Está muy en el ADN de su cultura y costumbres. Son muy conscientes de la importancia que tiene su presencia social. Toman muy en cuenta, como se dice hoy en día, la redarquía.

Actitud funcionarial vs. Actitud Freelance.

He citado nombres de profesiones muy reconocidas. Sin embargo, y disculpen que sólo cite a unas pocas, hay muchas más: psicólogos, coaches, correctores y agentes literarios, diseñadores, lampistas, fontaneros, etcétera.

Sin embargo, a quien quisiera referirme ahora es al freelance que accede a este estatus desde una actitud funcionarial, de sueldo fijo, como es el caso de lo que ocurre en España. Se trata de personas cuya cultura no había requerido de una visibilidad, de un estar haciendo publicidad de sus servicios. Es el caso del opositor que estudia, que se presenta a exámenes y consigue una plaza. También incluyo en este grupo a quienes optan por trabajos por cuenta ajena en la empresa privada, que presentan su curriculum, que se ajustan a las funciones por las que son contratados. De alguna manera, bajo este patrón cultural están todas aquellas personas cuyas funciones podrían ser desarrolladas por cualquier otra. Se trata, pues, de quienes desarrollan tareas hasta cierto punto anónimas o impersonales.

Sin embargo, quienes acceden al estatus de freelance desde una cultura no acostumbrada a la autogestión se encuentran con situaciones que habría que tener en cuenta, tanto en lo que se refiere al conocimiento del mercado como al conocimiento de uno mismo.

Con respecto a este punto, les diré que percibo dos grandes grupos:

- El formado por personas que priorizan lo pragmático, que establecen redes de gran complicidad, son flexibles, transversales, inventivas, creativas y visionarias. Ven claramente cuáles son las necesidades sociales presentes y futuras. Además, se manejan bien con el marketing y se han ocupado de crear una marca personal que resulte tan atrayente, o más, que el servicio que ofrecen.

- Por otro lado, está la actitud poco pragmática por parte de personas que perciben su trabajo como una identidad con la que mostrarse. Nada malo en ello, de no ser por el componente emocional al cual se le da más prioridad que al pragmatismo que debe comportar la pretensión de situarse en el mercado. Con ello vengo a decir que los proyectos profesionales, la emprendeduría, por más emociones que generen, no pueden ser juguetes con los que dar de comer a la recién nacida necesidad de protagonismo. En una cultura que ha propiciado el trabajo anónimo, pasar a sentirse estrella puede desnortar a más de uno. Con ello quiero advertir del peligro consistente en permanecer enamorado del ideal de imagen que se quiere transmitir o de los propios proyectos.

También percibo en este grupo una desconexión o falta de visión con respecto a las necesidades del entorno acerca de los servicios que podrían prestar. Cada uno, acaso por la necesidad de encontrar un lugar, no llega a percibir claramente lo que la comunidad le pide o necesita. Las personas de este grupo, tanto o más que la formación o valor añadido con el que presentarse, deberán aprender a captar e interiorizar las necesidades que perciban del mercado en el que pretendan situarse.
Otro factor a tener en cuenta, y muy relacionado con lo anterior, es la falta de cultura de equipo, el excesivo individualismo. Ya saben, el choque entre las viejas mentalidades y las que ahora se requieren. El trabajador del futuro formará equipo con otros y con la sociedad, de quienes deberá acostumbrarse a aceptar su feedback si no quiere perecer.

Está claro que la actitud funcionarial está en las antípodas de la actitud que conviene tener como freelance.

Ah, y a todo lo dicho habría que añadir el temor a la exclusión social que no sólo afecta a colectivos obvios, sino que puede cernirse por profesionales de valor cuya actitud no acaba de encajar en las nuevas normas del mercenariado que nos están viniendo encima, en gran parte dadas por el clima de crisis e incertidumbre que nos acompaña.

La futura organización feudal del trabajo.

Sin embargo, permítanme que les diga que el futuro del trabajo ni será el convencional, obviamente que no, ni tampoco el freelance-que-trabaja-independiente. Si cada uno de los  freelances-que-trabajan-independientes trata de ocupar espacio en el mercado, y cada uno va a lo suyo, está claro que el mercado se va a saturar. De ahí que el trabajo y los freelances deban pasar por una etapa de atomización. Y hasta es posible que los freelances lleguen a ser cada vez menos mercenarios -o que lo sean de manera corporativa- una vez finalice la actual etapa de eclosión. Pasaremos del mercenariado al vasallaje.
Así, pues, el futuro son los gangs, los trusts, los clusters, las redarquías, los multiniveles, las pirámides, las mafias, los blindajes o las feudalizaciones orientadas a controlar el espacio a ocupar. De hecho, ya lo estamos viendo, se están produciendo fenómenos curiosos como, por ejemplo, el despuntar de nuevas familias de profesionales o señoríos feudales, con vasallos, esclavos de nuevo cuño, etcétera. Lo más chocante es ver cómo profesionales que dicen estar a la vanguardia de la nueva conciencia estén, por decirlo en pocas palabras, gestionando su posición social de modo feudal. Motivos de izquierdas defendidos con intenciones de derechas.

La revolución laboral y el futuro del trabajo.

Cierro el post con un apunte.

Hasta los años 80, la creación de empleo vinculado a la industria fue creciendo. A partir de esa década este crecimiento se encuentra detenido y a la baja. Sólo se ha creado empleo desde el sector público. Esto quiere decir que la bonanza laboral de las últimas décadas, exceptuando el periodo de larga crisis en el que estamos, ha venido dada por el aumento de la disponibilidad de puestos de trabajo en instituciones y en el sector servicios y por el creación de empleos derivados de la inversión hecha con dinero público. Como las tres curvas de los ritmos de la economía van a estar yendo a la baja durante largo tiempo, podemos asegurar que la generación de trabajo también disminuirá. Y si a ello le añadimos el papel que juegan las tecnologías, ya podemos visualizar que el trabajo convencional va a quedar muy reducido. Y, más aún, los tijeretazos y recortes presupuestarios que aplican las instituciones va a agravar este hecho, lo cual augura una proliferación de freelances, con todo lo que comporta.

El efecto futuro de la crisis es su verdadera causa.

De acuerdo a lo expuesto, es posible prever que se va a producir una revolución laboral y que se va a convertir en la auténtica causa de eso que llaman crisis, la cual hasta ahora se la había estando explicando desde términos exclusivamente económicos. Ello quiere decir que si la historia reciente ha sido escrita por los economistas, el futuro próximo lo va a ser por los trabajadores. Sin embargo, y atentos debemos estar, dado que el trabajo se ha desconvencionalizado, esta revolución no estará fundamentada en nuevas normas o decretos. Más bien el cambio será creativo y discreto, con un ingenio que vendrá dado tanto por el talento y la inventiva como por la necesidad, la protección y la solidaridad entre trabajadores... aunque es posible que las luchas por hacerse con un pedazo del escaso pastel nos lleve a ver fenómenos chocantes y contradictorios.

Nota:
La argumentación astrológica ya ha sido expuesta en otros posts como, por ejemplo, este:
El cerrojo de Capricornio 
 

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