miércoles, 18 de julio de 2018

Los años acabados en 8 y en 9

Se habla mucho del estallido de una próxima burbuja. Ya saben: que si los intereses, que si la deuda, que si los impagos, que si la bancarrota de los estados, que si los fraudes de la banca, que si los especuladores, que si aquello o que si lo otro. Y es muy posible que estos rumores estén en lo cierto. De hecho, a nivel astrológico podemos divisar que de aquí al 2020 pueden pasar muchas cosas. Vamos, que no serán meses tranquilos.

Y ahora me gustaría argumentar este asunto desde otro paradigma: el de la filosofía de los 5 elementos de la medicina china. Le dediqué a este tema un libro que lleva por título La Empresa y los 5 elementos. En este trabajo expongo como percibir el funcionamiento de los órganos del cuerpo como si se tratara de departamentos de una empresa. O dicho de otro modo: las empresas, y las funciones relacionadas con sus departamentos, funcionan con las mismas leyes naturales que rigen el funcionamiento orgánico de la vida y del cuerpo humano. Si lo que está arriba está abajo, también lo de dentro estará afuera (y viceversa). El sistema chino de los 5 elementos, además, contempla que los organismos (las empresas y las personas) se mueven según una pauta que las hace sensitivos y mutuamente resonantes según la estación en la que estemos. Y el calendario chino, por todas estas razones, comprende cinco estaciones. Cada una de ellas es resonante con determinadas funciones corporales y con determinadas funciones sociales. 

Estábamos diciendo que el año chino está formado por cinco estaciones. Por otro lado, la ciclología china propone otro ciclo, esta vez de 10 años, compuesto por cinco etapas de dos años cada una. Para abreviar, pues todo el fundamento lo desarrollé al detalle en el mencionado libro, les diré que los años que acaban en 8 y en 9 tienen que ver con el sistema bazo-páncreas. Este sistema, según la terminología china, es el que se encarga de mantener la sangre en los vasos. Es decir, que no se produzcan ictus, derrames, etcétera. Y si el dinero es la sangre del sistema, durante las etapas en las que domina el elemento Tierra, que es el que se relaciona con bazo-páncreas, se pueden producir ictus y burbujas que estallan. Las burbujas financieras son como ictus para la economía y para la sociedad. 

En consecuencia, los años que acaban en 8 y en 9 son potencialmente provocadores de ictus (en personas, empresas y países). Recordarán que la crisis de 1929 aconteció en uno de estos años; y la que estalló en el 2008, también. Y que en 1999 fue cuando se derogó la Ley Glass-Steagall -una ley promulgada en 1933 que protegía de la especulación al ahorrador mondo y lirondo-. Las consecuencias de esta derogación dieron lugar a la proliferación de productos bancarios de tipo especulativo y usables por el ahorrador mondo y lirondo, y que fueron los que en parte provocaron el estallido de la burbuja en el 2008. El que esta crisis haya afectado a tantas personas procede en parte de la derogación de la susodicha ley.

A parte de los años que acaban en 8 o en 9, durante cada año hay una estación, la que se corresponde con el elemento Tierra, que rige el periodo comprendido entre mitad de agosto y final de octubre (en el hemisferio norte), que ofrece alguna pista acerca de en qué momento del año es posible que se produzca un ictus colectivo, social, bancario, financiero u orgánico. Las sociedades que tengan su bazo-páncreas funcionando débilmente serán las que resultarán más afectadas. Y en relación a las personas que padezcan de alguna enfermedad que implique al sistema bazo-páncreas, que se pongan a buen recaudo.

Por consiguiente: durante los años que acaban en 8 o en 9, y en concreto durante el periodo comprendido entre mitad de agosto y final de octubre, puede producirse un episodio traumático (en el sentido de lo que he expuesto en este artículo).

domingo, 15 de julio de 2018

Happy End x Michael Haneke

Para quien conozca a fondo la obra de Michael Haneke, podría parecer que Happy End no añade nada que no haya sido expuesto en sus anteriores películas. Hay una filosofía de fondo común, consistente en explicarnos cómo la realidad existencial de las personas y de las familias tiene dos aspectos: a.- el cuidado de las apariencias, del orden conveniente, de las convenciones, etcétera  y b.- la emergencia de ciertas sensibilidades que el culto a las apariencias mantiene  ocultas, ignoradas o despreciadas. Orden contra caos, por decirlo en pocas palabras: Mentiras contra verdades. Lo vemos, por ejemplo, en el papel que Isabelle Huppert desarrolla en La Pianista.
El otro factor de interés es comprobar que las influencias de Haneke, además de la de Bergman, abarcan hasta Hitchcock, especialmente en Happy End. En este sentido, percibo que en esta su última película Haneke conduce al espectador como lo haría Hitchcock, al menos, en ciertos aspectos. Y en concreto, el momento estrella de toda esta influencia nos lo encontramos en los planos finales, que condensan todo el pensamiento de Haneke. Por tanto, para quien no esté familiarizado con este director, entiendo que una iniciación al cine de Haneke podría empezar con Happy End, pues contiene todos los aspectos filosóficos y cosmovisionarios que había desarrollado y expuesto en sus anteriores películas.

Para quien no haya visto ninguna otra película de Haneke, Happy End puede ser la mejor iniciación posible. Y como hay una tendencia, muy habitual entre los cinéfilos, en comparar la obra reciente de un autor con sus trabajos anteriores, les diría que Happy End es autosuficiente. O sea: no haría falta compararla con ninguna otra de las películas de Haneke. Sin embargo, se trata de una buena iniciación.

A parte del final, que lo condensa todo, lo mejor de Happy End es la presencia de Jean Louis Trintignant y la actuación de una actriz de apenas 12 años, cuyo nombre es Fantine Hardouin. Sus actuaciones estás en su punto, y contradiría aquello que dijo Hitchcock en relación a que no se puede trabajar con niños. En cuanto a la historia, diría que no es plausible que suceda en la vida real, y poco importa, pues lo que nos interesa es la fuerza de los símbolos y de las metáforas hanekianas. 
En pocas palabras, Happy End trata de una familia burguesa, con todos sus intríngulis, y lo que hace cada cual para tratar de taparse y vivir cómodamente según convenciones al uso. Sin embargo, el abuelo y la nieta proponen una solución al margen. Y esta solución tiene que ver con el suicidio, un suicidio que es como una voz rebelde en medio de tanta convencionalidad burguesa. La complicidad entre nieta y abuelo pone encima de la mesa la escala de valores de esa familia burguesa.

Para acabar: el momento final de Happy End conduce al espectador a que proponga la solución al conflicto. Se trata de un final que lo dice todo y, al mismo tiempo, lo oculta. De ahí que, como en el cine de Hitchcock, la moralidad del espectador resultará determinante para el buen provecho de Happy End. Por tanto, el desenlace de Happy End pone al espectador como protagonista, lo cual puede no gustar a algunos. Lo que si es de impacto es la lentitud con la que la nieta trata de ayudar al abuelo, acompañándolo con él en su silla de ruedas, y el contraste con la rapidez del momento final, en el que los adultos bienpensantes tratan de sofocar (y tapar) las voluntades de abuelo y nieta. De hecho, de toda la película me quedo con este instante final.