martes, 27 de junio de 2017

El testamento de Andrzej Wajda



Afterimage es la película testamentaria del director polaco Andrzej Wajda (1916-2016). Podría ser que fuera autobiográfica, al menos en cuanto a la idea de fondo. Es decir, que Andrzej Wajda ha podido habilitar la vida de su admirado pintor Wladislaw Strzemonsky para decirnos unas cuantas cosas en cuanto a la relación entre arte y política. El resultado no podría ser mejor.

He visto la película dos veces en poco tiempo. De la primera salí estupefacto y de la segunda, aún más. Afterimage no tiene desperdicio, la mires por donde la mires. Una historia más que interesante, un debate acerca de lo que hace un artista cuando su concepción de arte, y su vida misma, es intervenida o coaccionada por el poder político. Tengamos en cuenta que estamos hablando de la Polonia comunista, en la que los artistas debían trabajar de acuerdo a lineas ideológicas y estéticas marcadas por la élite en el poder. Poca broma. Así pues, tenemos ante nosotros las vicisitudes de Wladislaw Strzemonsky, forcejeando con las autoridades y con unas circunstancias que le serán del todo desfavorables. Afterimage muestra la vida de este artista en sus últimos años, justo cuando las contradicciones en las que vive se estaban haciendo todavía más agudas.

Wladislaw Strzemonsky (1893-1952) fue un artista que perdió el brazo y la pierna durante la 1a. Guerra Mundial. Es decir, que el actor que lo encarna, impresionante Boguslaw Linda en su soberbia interpretación, actúa sin brazo y sin pierna. Y resulta tan creíble que parece que le falten de verdad. Aún con ello, la actuación del actor es sobresaliente en muchos otros aspectos.

Afterimage, lo intuyo, dejará huella durante largo tiempo en el cinevisionario que suscribe.

lunes, 26 de junio de 2017

Maudie, el color de la vida


Cuenta Maudie la historia de una mujer maltratada, marginada, excluida, especialmente en su juventud y primera madurez. Padece una forma de artrosis prematura que la va dejando progresivamente incapacitada para llevar una vida normal. Sin embargo, esta vida suya es, y acabará siéndolo aún más, extraordinaria. Maudie se basa en hechos reales. 

Maudie es pintora y, aún más, una persona que trata de llevar una vida digna en medio de tanto inconveniente. Sin embargo, y lo digo ya, las mayores trabas no están en su artrosis sino en la respuesta mezquina de los que la rodean, empezando por su propia familia y siguiendo por el marido que le ha tocado en suerte, aunque su relación con él va transformándose según avanza la película. Sin embargo, como decía, todo va cambiando lentamente, y aunque del final nos podemos hacer una idea, lo que hace buena esta obra de arte, además de la historia que cuenta, es la prodigiosa interpretación de la actriz que encarna a Maudie, Sally Hawkins. Si van a ver la película encontrarán a la verdadera Maudie justo antes del final del visionado. Y ahí es cuando nos damos cuenta de que la recreación de Sally Hawkins es de apoteosis.

Me resultó curioso observar que mis compañeros del pase de prensa alabaran la película sin mencionar las lágrimas que derramaron mientras la veían. Estando en la sala escuché algún que otro sollozo, además del mío. Pudorosos que somos.

sábado, 24 de junio de 2017

Pilares de la sociedad



El poderoso, el discapacitado, el manso y el libertino.

Son cuatro condiciones que todos llevamos en nuestro interior. También lo están en las dinámicas sociales, de tal manera que esta cuadruple tipología es posible encontrárnosla en lo público y en lo privado, en el exterior y en el interior. Estas cuatro condiciones pueden estar más o menos despiertas (o más o menos dormidas) en una proporción que es diferente en cada persona. Hay quien tiene más pronunciado el poderío, o la discapacidad, o la mansedumbre, o el espíritu libertario.

• Poderoso es quien ha alcanzado el dominio de sí mismo y de sus circunstancias. Son personas que pueden hacer lo que quieran, puesto que su voluntad está alineada con la fuerza de la vida. El poderoso no tiene por qué hacer esfuerzos. Sin embargo, es posible un aspecto perverso en el que puede caer, y cae, deviene de la tentación de condicionar o intervenir en las conductas de los demás. En este sentido, el poderoso querrá que su poder sea reconocido y alabado por los demás. Sin embargo, este hecho puede suponer el fin del poder del poderoso, una contradicción. Ello nos lleva a pensar en que hay poderosos avaros y fraudulentos, presentando rasgos que son más propios del libertino o del discapacitado.

• Discapacitados lo somos todos. La muestra es que necesitamos unos de otros. La compañía, si es buena, apacigua las congojas del discapacitado. Discapacitado es, por ejemplo, el enfermo, puesto que necesita cuidados médicos y afectivos. El médico también puede ser un discapacitado, en la medida en que necesitará de otro médico cuando sufra de algún problema de salud. Si nos fijamos bien, la mayoría de las profesiones que prestan servicios a la comunidad ofrecen paliativos a los discapacitados. Por ejemplo, además de los médicos, los abogados, que median para que un conflicto que afecta a discapacitados (cualquier persona que tenga un conflicto con otra y que requiera de asistencia legal). La mayoría de profesiones relacionadas con el sector servicios tienen relación con la ayuda a personas que están discapacitadas para resolver un determinado problema. Únicamente un discapacitado puede ayudar a otro. Incluso los hay que tienen cualidades sanadoras para los demás (excepto para sí mismos).

• El perfil del manso se complementa con el del discapacitado, del mismo modo que el del libertino se complementa con el del poderoso. El manso lo somos todos en alguna proporción. El sistema social en el que vivimos necesita de un nivel de mansedumbre en el que sostenerse. Sin mansedumbre, la pirámide social no podría funcionar y se desmoronaría. 
El manso apoya al poderoso y espera de él que le brinde protección. Cuando los mansos reclaman sus derechos no lo hacen para dejar de ser mansos, sino para serlo con dignidad y coberturas sociales que garanticen la seguridad que el manso necesita para poder seguir siendo manso y no caer en la discapacidad.
El manso no quiere encarnar forma alguna de autoridad o notoriedad, de ahí que sea el atributo mayoritario entre los humanos. El manso prefiere que la autoridad o la notoriedad la encarnen otros. Lo prefiere porque así se evita responsabilizarse de sí mismo. Sin embargo, puede haber algún manso que aspire a dejar de serlo y se convierta en candidato a dictador o salvador de los demás.

• El libertino es vital y creativo. No soporta las restricciones y es capaz de ganar y perder mucho dinero. Es un emprendedor que necesita horizontes de libertad. La fuerza de su creatividad es su principal motivo de vida. Por otro lado, es hipersocial y promiscuo, aunque también puede ser gregario. Puede tener algo de psicópata, en el sentido de no atascarse en emociones que lo lleven a sentirse dependiente de los demás.
El libertino vive en una vorágine de creatividad, ideas y contactos sociales. Es inquieto y le interesa más la libertad que el poder. Sin embargo, para garantizar dicha libertad habrá un momento en que necesitará protegerla a través del poder. Y aquí es cuando vemos que el libertino preferirá relacionarse con personas de su propia casta o de una casta superior. En este sentido, podrá optar por pertenecer a una logia.
Hay dos tipos de libertinos: uno es más social y el otro, más ermitaño. En el primer caso, el libertino buscará al poderoso para que lo apoye y actúe como mecenas. Este tipo de libertino es muy frecuente en el mundo de los negocios. El otro tipo, por contra, prefiere la soledad y es socialmente inadaptado. En este caso la deriva de su comportamiento puede llevarlo a formas de mansedumbre hiperactivas o a formas más propias de un discapacitado.
El libertino es infiel y leal al mismo tiempo.

Estos cuatro tipos, si observamos bien entre los comportamientos sociales, constituyen los pilares de la sociedad. Si uno de los cuatro falla, los otros tres caerán en picado.

jueves, 15 de junio de 2017

Cannabis Indica y el grado 11 de Libra

Cannabis Indica y el grado 11 de Libra.

La persona cuyo perfil se corresponde con Cannabis Indica es profundamente pasiva. Con ello quiero decir que es posible que no lo parezca. Más bien puede parecer presta, atenta y considerada. Ello puede querer decir que Cannabis Indica tiende a sentirse mejor cuando está acompañada que cuando está sola. Se ordena con la compañía y se desordena sin ella. De este modo, se genera un doble comportamiento: mientras aparece equilibrado, cuando son los demás los que proponen un orden, por dentro hay en realidad una pasividad caótica que va siempre con el individuo. Cuando está solo durante demasiado tiempo, Cannabis Indica se descuida de sí, se abandona, se deprime y deja de atender necesidades cotidianas. Así, pues, el drama de Cannabis Indica se cultiva en soledad. Es decir, necesita de la soledad para conectarse con algo que las relaciones ordinarias no permiten. Podemos deducir que el drama Cannabis Indica surge desde la soledad. Por tanto, pues, es la soledad la que ayuda a amplificar los estados internos. Sin embargo, el drama tiene otra vertiente: que por miedo a la soledad se vincule uno a compañías poco edificantes. Cannabis Indica necesita de una compañía exquisita, en donde no haya fricciones, ni desacuerdos, ni exclusiones, ni violencia, ni egoísmo.

Así, pues, estamos hablando de alguien que se contagia fácilmente del ambiente. Es por eso que debe ser de calidad, pues, de lo contrario, derivaría en soledad y autodestrucción. Cannabis Indica refleja la necesidad de vivir en un entorno de paz. Sin embargo, para llegar a ello, como acabo de indicar, sea necesario estar a solas antes que vivir mal acompañado.

Cannabis Indica, por otro lado, es incapaz de plantear conflictos a los demás. Este hecho puede llevarle a vivir emociones insanas, cosa obvia cuando la compañía también lo es, creando sin querer otro conflicto. En cambio, cuando la compañía es armoniosa, la persona se siente feliz e, incluso, acrítica y moralmente amorfa. Por tanto, la soledad es auxilio, medicina y, por qué no decirlo,  espejo de la realidad emocional.

Resulta curioso observar que Cannabis Indica cuida mejor de sus intereses cuando está acompañado que cuando está solo. Sin embargo, para llegar a que este punto es necesario haber pasado por soledades y malas compañías. Entonces, pues, la soledad bien vivida es la consecuencia de un trabajo interior. Lo contrario de este trabajo sería estar pendiente de relaciones que no aportan nada y quitan mucho.

Por otro lado, Cannabis Indica responde más a un perfil de seguidor que al de líder. Sin embargo, y precisamente por eso, puede proyectar sobre otras personas la responsabilidad de dar la cara, lo cual es como decir que preferirá que las decisiones delicadas las tomen otros (incluso las que atañen al propio camino).

Cannabis Indica parece fiel, aunque lo es más por pasividad que por lealtad. Se deja atropellar, y no es porque sea pacifista. Por la misma razón, abomina de enfrentarse a sus propios derechos, pues no soporta pedir o rogar, pues la parece que eso es de víctimas. Es decir, Cannabis Indica prefiere anularse si ello le garantiza la paz. Sin embargo, ello es imposible a través de esta vía. Y es a partir de este punto que puede aparecer la crueldad expresada fríamente.

Una forma de evasión propia de Cannabis Indica es a través de la belleza, el arte, el pensamiento abstracto o las sensaciones. Por otro lado, y muy en línea de lo indicado anteriormente, suele postergar la solución ante situaciones delicadas, especialmente si afectan a la convivencia. En este caso, Cannabis Indica preferirá desaparecer, ocultarse o evitar la situación que el problema le produce.

La pasividad característica tiene, no obstante, un reverso: la hiperactividad interior. En efecto, Cannabis Indica sufre por dentro cuando a un conflicto no se le aplica una solución, y así es como vive en un bucle creado por ella misma. Sin embargo, esta actitud es inconsciente, como también lo son el despiste o falso olvido, que son formas de evasión mental.

La tendencia inconsciente a caer en estados caóticos lleva a la persona a buscar el orden en los demás. Y cuando no lo encuentra en relaciones íntimas o de amistad, lo buscará participando en causas sociales, políticas o religiosas. Cannabis Indica tiene un comportamiento ordenado cuando está en grupo; en cambio, su mundo interno se vuelve caótico cuando se aísla. Aún con ello, los aprendizajes más positivos surgen de saber vivir en soledad, cuando no hay mejor compañía, y saber escoger con quién se quiere estar.

A menudo puede ocurrir que este lado caótico, tan temido conscientemente como buscado inconscientemente, lleve a la persona a imponerse un orden rígido o estricto. Por ejemplo, obedeciendo normas. Aún con ello, sigue siendo igualmente empática y temerosa de perderse en el desorden. Este temor puede derivar en crueldad o en tiranía social, especialmente en el caso de personas Cannabis Indica que han optado por dedicarse a la defensa de altas causas. Es posible que esta defensa sirva como excusa para exigir a los demás lo que hasta entonces uno no era capaz de pedir. Cannabis Indica puede ser cruel incluso siendo mártir. Ser mártir es una forma de ser verdugo.

La moralidad de Cannabis Indica tiende al comunitarismo. Hay, pues, una gran conciencia social. Prefiere obtener legitimidad a través de acciones y sentimientos compartidos. En cambio, actuar individualmente le resulta impropio.  Lo ideal, no obstante, es aceptar la propia individualidad como fuente de autoridad.

Otro detalle interesante: los Cannabis Indica son personas que llevan dentro de sí un estigma inconsciente que les hace sentirse culpables. Esta culpabilidad inconsciente es el origen de la pasividad y de la sumisión. Por tanto, pues, Cannabis Indica viene a pagar karma a través de la lealtad al grupo.

Para el tratamiento del asma, tan relacionado con la culpa y el miedo a la exclusión, el homeopático Cannabis Indica puede resultar de gran interés.

El grado 11 de Libra.

El don más preciado relacionado con este grado es la capacidad para detectar la autenticidad en los actos, emociones y relaciones humanas. O dicho de otro modo: Cannabis Indica conoce la verdadera realidad de los afectos ajenos. Por esa misma razón tiene intuición, capacidad contemplativa, mediumnidad, e incluso videncia.

Por otro lado, Cannabis Indica puede ser muy fanático, especialmente cuando ha encontrado una causa espiritual o transpersonal. Recordemos que está adopción le sirve para superar la tendencia al caos y al desorden interno.

El ideal relacionado con este grado y con la esencia de Cannabis Indica es que el comportamiento de las personas sea bondadoso, sin hipocresía, claro y respetuoso, honesto y fiel. Sin embargo, este ideal puede estar tapando anhelos y ambiciones más egoístas que no se atreve uno a reconocer. Esta ambivalencia es justo lo que da de comer al drama relacionado con este rubro. Es por eso que, cuando esta persona descubre que sus ambiciones son más poderosas que la utopía de bondad, se vuelve fanática y tiránica con quienes no son espiritualmente ambiciosos. Es decir, Cannabis Indica responde a dos tipos de comportamiento: el bondadoso pasivo o el activista reformador mesiánico. Y hasta es posible que el lado dogmático y fundamentalista encuentre su razón en una tendencia primigenia a dejarse atropellar por los demás.

Cannabis Indica tiene miedo a la locura, al aislamiento, a la exclusión, a la violencia, al desorden existencial, a la pérdida de referentes, a naufragar en la vida. Es debido a este miedo que se deja atropellar. Y preferirá estar rodeado de personas fiables y económicamente autosuficientes, cosa que asociará a la necesidad de orden y estabilidad

domingo, 11 de junio de 2017

El deseo parásito

¿Se puede renunciar al deseo si con ello favorecemos la realización del anhelo primordial?
¿Hay deseos que parasitan la posibilidad de saber qué es lo que uno quiere hacer en la vida?


Por cierto: ¿se heredan los deseos? ¿se transfieren de una persona a otra, o de una generación a la siguiente?
¿Y qué me dicen de los propósitos personales: se heredan o se engendran?
Si los deseos se heredan, ¿se heredan también las frustraciones?


Un deseo parásito es como un vampiro que estuviera absorbiendo la sangre de la persona deseante. Digamos que las personas llevamos dentro de nosotros un anhelo. Este anhelo puede tener alguna forma, alguna directriz, alguna vocación. Por ejemplo: anhelo de realización laboral, profesional, afectivo, de profundizar en las propias capacidades, de saber, de comunicar, de vencer un obstáculo, de prosperidad, de conocimiento; o de un mero dejar pasar el tiempo, viendo que la vida pone difícil la satisfacción y la felicidad. En este sentido, vale la pena decir que junto al anhelo legítimo hay deseos vampiros que revolotean a su alrededor, dispuestos a vivir de la sangre de la persona.

Llegados a este punto, contemplemos la posibilidad de que el anhelo y los deseos revoloteantes permanezcan indistinguibles en cada persona. Ello conllevará que cada uno de nosotros debería hacer el ejercicio de comprobar si está obedeciendo más al anhelo que a los deseos (o viceversa). Puede ocurrir que una determinada persona esté alineada con un propósito y haya hecho un voto de realización, lo cual comportará que una clarificación interna ha sido hecha. Es decir, la persona (cualquiera de nosotros) deberá cuestionar si sus acciones van dirigidas a la realización (del anhelo) o a la especulación revoloteante (generada por los propios deseos).

Sin embargo, en la mayoría de nosotros el anhelo es indistinguible de los deseos. Cada cual sabrá si en su vida predomina el anhelo esencial o la especulatividad de los deseos. Hay personas en las que el deseo es como una pequeña vesícula que va supurando, lo cual deja posibilidad de que quede vacía y así pueda contemplarse el propio anhelo en su justa proporción. En cambio, hay personas en las cuales el anhelo está tan desplazado o tergiversado por sus deseos que éstos toman el mando de su psique, de sus emociones y de sus actitudes. Estas personas viven presas de la no realización del anhelo primigenio, que es como decir que viven prisioneras de la especulatividad de sus deseos.

Un caso extremo vendría cuando el deseo y la especulación capturan la atención de la persona (mucho más que su propio anhelo primordial). En estos casos cabe la posibilidad de que el deseo derive en una enfermedad. Es decir, si una persona quita sus deseos y se queda con el propósito de realización del anhelo es muy posible que su acción se quede en nada y entre en pánico. O si lo prefieren, la persona no puede vivir sin deseos -es incapaz de renunciar a ellos-, aunque ello le lleve a una vida especulativa y sin realización coherente, con todo el peligro que comporta.