viernes, 1 de enero de 2010

La influencia curativa de la Luna


LA INFLUENCIA CURATIVA DE LA LUNA
por Jesús Gabriel Gutiérrez


LA LUNA

En una Carta Natal la posición de la Luna por signo, por casa, y los aspectos que haga con otros planetas, ofrece una interesante perspectiva acerca de cómo pudieron transcurrir los primeros años de la vida de una persona, cuáles fueron las experiencias que más impacto ejercieron en su entorno emocional, y también alude al poso que constituirá el telón de fondo de su desarrollo posterior. Además constituye uno de los puntos de análisis astrológico que más cosas nos dice acerca del temperamento individual, de las reacciones internas y externas de una persona, y por tanto, de su particular forma de vivenciar e interpretar las reacciones que provienen de otros individuos y del entorno en general. Todo ello bajo pautas que tienen su origen en la infancia. La Luna resulta ser la cobertura psíquica que nuestro Ser emocional necesita para mantener un punto de referencia que le resulte seguro, o, cuanto menos, viable para canalizar su propio desarrollo.
La Luna como satélite provee de estabilidad al eje terrestre, al tiempo que regula los ritmos que hacen posible la vida, así como el crecimiento y metabolización de cualquier proceso de cambio que acontezca. Algo así como un dispositivo ecológico que protege las constantes vitales del planeta, una burbuja que lo mantiene en la temperatura adecuada. Y no solamente actúa como mecanismo protector sino que resulta también la “antena”  por la que cualquier influencia planetaria es percibida sensiblemente por la Tierra. Sabido es que las fases de la Luna dan información acerca del estado psíquico y energético del planeta , del escenario de nuestras vidas, y, por extensión, de nosotros mismos. No impacta de igual forma un aspecto entre Marte y Saturno con una Luna menguante que con una Luna creciente, por poner un ejemplo. Por ello, el psiquismo terrestre percibe de diferente lo que ocurre en el Cosmos.

Psicológicamente la influencia de la Luna se centra en la capacidad para atraer, asimilar y metabolizar lo que nos llega desde el exterior y no por lo que las cosas objetivamente son, sino en la medida que afectan subjetivamente a nuestro Ser sintiente. La Luna es una esponja psíquica que nos hace receptivos a multitud de informaciones de todo tipo. Todo ello va conformando la modalidad que nuestras emociones necesitan para obtener una vía de expresión, tanto de entrada como de salida, de manera que nuestra fibra interna tan sensible es a lo que capta como a lo que transmite.
Nuestra experiencia durante los meses de embarazo puede ilustrar esta idea. Durante todo ese tiempo lo que nos llega desde el exterior atraviesa una pared, el claustro materno, que actúa como cámara protectora. Lo que supuestamente percibimos no es la realidad concreta sino una interpretación emocional de lo que afuera ocurre. La burbuja protectora que nos ofrece nuestra madre amplifica, deforma o atenúa lo que objetivamente esté sucediendo en el exterior. Algo así sigue pasando después, radicando la diferencia que en lugar de ser nuestra madre quien ejerce de escudo protector, lo es la casa en donde estuvimos viviendo, etc,..., y en el mejor de los casos, nuestros sentimientos, que nunca nos llevarán a una realidad absoluta sino a una vivencia individualizada y a una percepción del mundo que es fiel reflejo de nuestro clima interior.
Inicialmente el papel que se atribuye a la Luna astrológica es el de regular y canalizar las emociones  como vehículos proveedores de estabilidad. En la medida en que esto se consigue, el camino hacia el rol solar individual se va concretizando, y aún así la realización de este hecho sigue siendo regulado por la Luna. Dicho con otras palabras, a través de la Luna sellamos emocionalmente procesos que darán lugar a un nuevo aspecto de la realidad.

Si la Luna astrológica ilustra acerca de las pautas emocionales con las que fuimos educados, el Sol indica qué faceta de carácter deberá constituir nuestro Centro personal. La evolución individual es como un viaje que arranca de una identidad lunar, emocional, inconsciente e involuntaria, y que nos lleva hacia una existencia solar, centrada, consciente y voluntaria. La relación Sol-Luna, su Punto Medio, y los aspectos que les afecten, la posición por signo de cada uno de ellos, el eje nodal de la Luna, ofrecen una valiosa información acerca de los incidentes con los que nos vamos a encontrar durante el viaje. Cuando Sol y Luna están en la misma familia de signos, el ajuste no resultará demasiado exigente y nuestra vida irá evolucionando por un sendero en el que el paisaje no será demasiado distinto desde la etapa infantil hasta la edad adulta. Si por el contrario hubiese una relación tirante entre Sol y Luna, la evolución del temperamento y de la actitud de la persona estará sometida a frecuentes ajustes. En cualquier caso la Luna astrológica conecta con una parte de nosotros mismos que ha ido registrando todos los cambios por los que hemos ido pasando. Por esta misma razón, en una parte de nuestro ser, la más frágil y la que estaba, y está, más expuesta a las influencias del entorno, está contenido un tejido emocional compuesto de experiencias, encuentros, sentimientos de todo tipo, así como los traumatismos, como el mismo parto, y por los microtraumatismos que ocasiona la vida cotidiana.
El elemento en el que está la Luna indica no tanto cómo son nuestras emociones y los procesos asociados a ellas, sino el modo de recepción-expresión de las mismas. Este modo está conformado en base a las influencias afectivas, ambientales, familiares y culturales que fueron absorbidas durante los primeros años de vida. El Fuego, la Tierra, el Aire o el Agua describen la cualidad básica de que está compuesta nuestra membrana protectora, una membrana en la que se hallan inscritos una serie de mensajes subliminales acerca de cómo debemos comportarnos a fin de obtener dicha protección. En esta transmisión subliminal e inconsciente es en donde está contenido el principal foco que motiva a una persona que desea pasar por un proceso terapéutico o de crecimiento personal.

LUNA Y CRECIMIENTO PERSONAL

La Luna provee de estabilidad a nuestro planeta regulando sus ritmos. Astrológicamente regula y registra cualquier proceso de crecimiento tanto física como psicológicamente. También se ocupa de mantener la ecología de esos mismos procesos. Al ser el elemento en  el que se encuentre el que nos da la información acerca de las influencias absorbidas desde la infancia, la activación del mecanismo ecológico-emocional consistirá en adoptar ese mismo sustrato. Así, si la posición de la Luna en cada uno de los cuatro elementos ilustra acerca de los microtraumatismos por los que pasamos, será esa misma posición astrológica la que nos dé la posibilidad de obtener la herramienta que nos permita reponer energías y sanar las heridas que el proceso de crecer ocasiona.
Insisto en que la posición de la Luna por elemento y signo no indica qué experimenta emocionalmente la persona, sino la respuesta de la membrana que posibilita la entrada-salida de estímulos sensibles. No es lo que se siente, sino cómo se siente.

LA LUNA EN LOS ELEMENTOS: 4 FORMAS DE SANAR

La posición en la que se encuentra la Luna Natal va a describir aquel canal por el que conectamos con nuestro Ser sintiente. Cualquier proceso curativo o de crecimiento debe pasar por este canal. Todo cambio que una persona necesite imprimir a su vida debe empezar por favorecer y valorar los pequeños cambios que puedan reflejarse en el vivir de cada día. Todo gran cambio empieza por percibir el pequeño cambio que es posible aplicar en las cosas que hacemos todos los días. Cualquier ideal es posible que se convierta en realidad si atendemos a las pequeñas oportunidades que la vida nos depara cada día. Eso si, el canal que utilizamos para percibir esas pequeñas cosas debe estar lo más limpio posible.

LUNA EN SIGNOS DE FUEGO (o en Casas I, V o IX)

Las personas nacidas con la Luna en Aries, Leo o Sagitario presentan como influencia más notoria la de haber recibido de la familia una serie de mensajes que han potenciado la brillantez, el destaque, la creatividad, la fuerza moral, la resistencia y la dignidad. Con este equipaje la persona suele sentirse obligada a ejercer en todo momento roles que reflejen esas consignas. Por eso mismo es muy sensible cuando entra en contacto con personas de un poderío emocional igual o superior. El residuo que esta educación sentimental ha dejado en el subconsciente de estas personas gira en torno a la ansiedad que ocasiona el sentimiento de no llegar a expresar totalmente la brillantez de que son depositarias. La angustia, por un lado, o las consecuencias nocivas del exceso de competitividad suelen ser el síntoma por el que el individuo decide afrontar su vida desde una perspectiva reconciliadora y curativa. El cambio no consiste en eliminar el deseo  de destaque transmitido por vía familiar, sino transformar este mismo deseo interiorizándolo, dotándolo de mayor profundidad y haciéndolo brillar desde el interior.
El tipo de terapia más indicado son las que tienen como fin reeducar la mente y reconducir sus poderes a fin de que estos individuos no se sientan tan presionados por ejercer un papel hacia el exterior. Se trata de que la persona valore el poder que puede ejercer para si mismo y aplicado para regular su propia ecología emocional. En estos casos se dan con cierta frecuencia individuos que han encontrado solución en algunas técnicas de control mental, e incluso a través de algún trabajo con el movimiento y la dinámica corporal que posibilite la liberación de energía negativa. Sea cual fuere la terapia escogida, lo que el individuo se proponga deberá girar en torno al uso de la mente, no como forma de crearse presiones para ejercer un determinado tipo de poder, sino de limitarlo para que de esta forma pueda llegar a aflorar espontáneamente sin que medie la sombra debilitadora de la angustia.

LUNA EN SIGNOS DE TIERRA (o en Casas II, VI o X)


Las personas que han nacido con la Luna en Tauro, Virgo o Capricornio presentan una extraordinaria sensibilidad hacia los procesos corporales. De alguna forma asimilan sus emociones a través de sensaciones muy físicas. Es muy posible que estas personas hayan experimentado influencias de la cultura familiar en forma de excesiva acentuación sobre lo material. Esta preocupación puede haberse ejercido a través de la comida, el dinero, el trabajo o el servicio. El caso es que estas personas tienen un mucho de conservadoras, característica ésta que deberán traducir de modo que sus verdaderas necesidades no queden atascadas debido a una sobrevaloración de la forma y de las conveniencias materiales. También se da entre estas personas una gran sensibilidad corporal que podría ocasionar que determinados procesos emocionales hagan mella en alguna función orgánica. Por otro lado su sensibilidad intuitiva les permite conocer a los demás a través del contacto físico (un abrazo, dar la mano, un beso, etc,...).
Debido a este grado de sensibilidad corporal, a estas personas les acostumbra a ir bastante bien un cambio en la dieta alimentaria que les ayude no solo a mejorar sus sensaciones físicas, sino también a reconducir sus emociones. A menudo su sensibilidad los hace excepcionalmente capacitados para encontrar un buen remedio en dar y recibir masaje. En realidad puede resultar de interés cualquier terapia en la que el punto de contacto sea el cuerpo.

LUNA EN SIGNOS DE AIRE (o en Casas III, VII o XI)

Quienes hayan nacido bajo la influencia de una Luna ubicada en Libra, Géminis o Acuario, encontrarán que la comunicación ha sido el vehículo a través del cual los sentimientos han sido expresados o percibidos. Casi siempre hay una buena dosis de inteligencia y de raciocinio, característica esta última que ha sido impulsada y fomentada desde la infancia. Estas personas han debido de sentir una notoria presión ambiental en orden a mostrarse locuaces, inteligentes y ocurrentes, como forma de obtener el apoyo emocional de la familia. Es posible que en etapas posteriores estos individuos sigan rigiéndose por este mismo patrón de conducta, y de esta manera encontramos personas que utilizan predominantemente la palabra para canalizar sus emociones, pero también para ocultarlas a través de excesos verbales o racionales. En cualquier caso el cambio de actitud deberá venir en base a una reconversión en el uso de elementos dialécticos. En cualquier caso la palabra es la que puede restituir, calzar y dar viabilidad a las emociones.
Estos individuos poseen una gran capacidad para detectar en las palabras e ideas de los demás ciertos estados de ánimo que están bloqueados en el subconsciente. Difícilmente soportan que en una relación humana quede algo por decir, por lo menos por su parte.

LA LUNA EN SIGNOS DE AGUA (o en Casas IV, VIII o XII)

El grupo de personas en cuyas Cartas Natales la Luna están en Cáncer, Escorpio o Piscis representa la vertiente más irracional y oculta en el modo de experimentar las emociones. Estos individuos utilizan resortes que no pueden mostrar a los demás. Encuentran que sus principales motivaciones o intuiciones vienen a través de percepciones o representaciones subliminales. A menudo los mensajes que recibieron en la infancia también estaban revestidos de esta misma característica. También es frecuente que algún miembro de la familia haya sido portador de alguna capacidad extrasensorial, en el  mejor de los casos. También puede darse cierta tendencia a padecer algún tipo de supersticiones, fobias, adicciones, etc,..., o sobreutilización de la imaginación o del ensueño.
Estas personas tienen una enorme capacidad para absorber lo bueno y lo malo que flote en el ambiente, y es debido a esta agudeza sensorial por la que recibieron los primeros mensajes. La Luna en signos de Agua, al no representar comunicación explícita sino tácita, hace que estas personas sean especialmente vulnerables precisamente a lo que en una conversación no se llega a expresar pero que subyace en el entorno. Son muy sensibles y transmiten, y también captan, muchas cosas subliminalmente, desde ternura a agresividad a menudo sin darse cuenta.
El tipo de terapia más indicada para estas personas son aquellas que se orientan a reconducir los resortes ocultos que nutren cualquier tipo de contacto con el mundo y con las personas, es decir aquellas en las que la imaginación o la autosugestión y el trabajo con el subconsciente son importantes.


LA LUNA Y EL TERAPEUTA

Al margen de la línea terapéutica asignable a la posición por Signo/Casa de la Luna Natal, esta misma ubicación también describe la actitud del terapeuta ante su propio trabajo y ante la persona destinataria de su servicio.
Así, un terapeuta con la Luna en signos de Fuego exigirá un alto rendimiento a sus pacientes. Se trataría de individuos dogmáticos y pasionales, que pueden llegar a suscitar sentimientos extremos en los demás. El terapeuta con la Luna en signos de Tierra asumirá íntegramente su potencial de servicio. Este caso constituye el modo menos participativo y más sobreprotector en apariencia. El terapeuta con la Luna en signos de Aire participará conjuntamente en el proceso de la persona a la cual dirige su esfuerzo, racionalizando todo el proceso y compartiéndolo de igual a igual. El terapeuta con la Luna en signos de Agua conectará con su paciente de forma subliminal, de manera que la relación terapéutica entre ambos continua más allá de la presencia en consulta, ya sea telepáticamente, en el plano astral, o a través de mecanismos sutiles.


EN CONCLUSION

Estas han sido las cuatro vías básicas expresadas por la posición de la Luna en los elementos astrológicos. Es obvio que estas indicaciones constituyen tan solo una posibilidad de entre las muchas que la Carta Natal ofrece tanto para establecer un curso de acción terapéutica como para comprender la función del agente que articulará el proceso, es decir el terapeuta.

Otras posibilidades que pueden aportar más datos de interés en este campo son: los Nodos de la Luna, puesto que el eje de Casas en donde están ubicados constituye el tema nuclear de la vida de una persona, y es ahí en donde trascienden al plano espiritual los pequeños cambios que se fraguan en la vida corriente; Quirón, ya que su leyenda mítológica se encuadra en el terreno de la sanación; Saturno, porque su función en la vida nos remite al enorme peso que, para bien o para mal, tiene la tradición familiar en nuestro proceso de maduración individual; y finalmente la suprema importancia de Júpiter de cara a comprender y reconocer el proceso de ideologización de pautas emocionales aprendidas en la infancia, y quizá no del todo convenientes para nuestro desarrollo (en función de los aspectos de Júpiter en el Tema Natal). No obstante Júpiter está exaltado en el signo regido por la Luna, y de alguna manera, y salvando las diferencias de significado entre ambas energías, Júpiter supone la elevación a rango moral de las influencias educativas y emocionales indicadas por la Luna.

Júpiter y las creencias


JUPITER: Las Creencias
x Jesús Gabriel Gutiérrez

La posición natal de Júpiter describe una buena parte de lo que vendríamos a llamar, por un lado, nuestro fondo moral y nuestro repertorio de creencias acerca del mundo, de la gente, y de nuestro propio lugar en el engranaje social, y en otro aspecto también ofrece información del relieve potencial que nuestra presencia podría proyectar en el grupo en el que uno se sienta formar parte (familia, entorno laboral, etc,....), algo así como una característica de nuestra individualidad que necesita de un apoyo explícito de los demás para que llegue a tomar conciencia y así nos ayude a conocer quiénes somos en realidad. En realidad sin interacción social y sin cooperación en alguna tarea grupal nos quedaríamos sin una información esencial de nosotros mismos. A través de la acción de Júpiter nos enteramos de nuestra valía social, y también de nuestros defectos como individuos. Y Júpiter también es el indicador primordial de nuestra inclinación vocacional proyectable en algún modelo de referencia aceptado socialmente, al tiempo que refiere a aquellas características que la educación convencional ha potenciado favoreciendo ciertos aspectos de nuestro vida. Cuando Júpiter aparece encuadrado por dos planetas personales, probablemente dispondremos de un buen sendero para que nuestra inclinación vocacional pueda encontrar el reconocimiento social que corresponda a sus valores, y nuestras ideas encontrarán la promoción adecuada. También es verdad que la persona con un Júpiter que esté encuadrado por planetas personales habrá formulado sus deseos en concordancia con un esquema de valores aceptado socialmente. Si los encuadradores resultasen ser planetas transpersonales, los elementos para el desarrollo moral, ideológico y social habrán sido expresados inapropiadamente para los valores que deséemos proyectar, la cuestión vocacional habrá sido objeto de sucesivas crisis personales al no encajar fácilmente con algún modelo aceptado socialmente, y nos será difícil encontrar la comprensión de los demás ante nuestra forma de pensar.
Júpiter también está relacionado con los votos ideológicos o morales, decisiones que se toman en la infancia acerca de cómo quisieramos que nuestra vida llegase a ser. Este voto queda alojado en nuestro subconsciente, y así nuestra vida se va transformando de acuerdo con esos pensamientos morales que se convierten en asunto sagrado que hay que llevar a la conciencia para así convertir nuestros pensamientos y nuestros actos en un Todo consciente. Si Júpiter está vinculado a los Nodos de la Luna, probablemente este credo se haya formulado en otra dimensión, y por lo tanto venga cargado con una fuerza especial.
Los encuadradores de Júpiter describen tanto el tipo de cosas o personas que solemos mitificar, como a través de qué tipo de actitudes personales quisiéramos ser mitificados o reconocidos. Al estar Júpiter exaltado en Cáncer, es muy posible que la función mitificadora, y el contenido mismo de los mitos personales, se haya estado formulando en algún momento de los primeros doce años de la vida de una persona. Durante el primer ciclo de Júpiter se formula el primer esbozo ideológico y mítico que después se irá puliendo y revisando coincidiendo con las fases significativas de los ciclos posteriores. Cada doce años se produce una renovación del modelo mítico formulado en algún momento del primer ciclo de Júpiter. Si los encuadradores de Júpiter son planetas personales es posible visualizar claramente cuál puede ser el retrato robot de determinadas características personales que esperamos que la sociedad nos reconozca. También es posible entrever qué tipo de personas constituyen para nosotros un modelo deseado de conducta, de éxito y de aceptación social. Los encuadradores de Júpiter representan el tipo de valores que ensalzamos o que consideramos dignos de desarrollar. Otra cosa es poder y querer configurar un tipo de vida congruente con dichos valores.
Si los encuadradores fuesen planetas transpersonales es posible que la persona no tenga claro qué tipo de facetas desea desarrollar socialmente, ni tampoco tenga claro cuál es el modelo de conducta a través del cual inspirarse. En este caso, la persona debe hacer un esfuerzo para aclarar cuáles pueden ser sus móviles sociales y vocacionales.
Los encuadradores ponen en evidencia los mitos familiares. Si los encuadradores son planetas transpersonales, suelen aflorar a la conciencia los mitos no aceptados de la familia. Está claro que Júpiter guarda relación con el afloramiento al plano consciente de determinados aspectos del mito familiar. Los planetas que encuadran a Júpiter describen facetas del mito familiar que el individuo va a poner en relieve en su propia vida. Los encuadradores, si son planetas personales, aludirán a características que la sociedad y la familia están dispuestas a potenciar, características que el propio individuo expresará de acuerdo con los parámetros culturales convencionales. Si los encuadradores fuesen planetas transpersonales, la persona pondrá en evidencia aspectos del mito familiar que pueden resultar molestos o desafiantes, o bien su forma de expresar y de aplicar estos principios arquetípicos en la vida resulta molesta o desafiante. En realidad el encuadramiento de Jupiter es la caja de resonancia de ciertas aspiraciones familiares que los padres delegan inconscientemente en sus hijos.
Quien crea en la doctrina de la reencarnación podrá observar cómo en los encuadradores de Júpiter residen sendas funciones espirituales que los hijos deben ejercer con respecto a sus padres. La entidad espiritual que luego será el bebé escoge a unos padres con la intención de transmitir una enseñanza. En la medida en que los niños reflejan y amplifican ciertos valores familiares, su función es la de alumbrar y ayudar a los padres a que estos descubran y comprendan aspectos de su propia saga familiar que de otra manera serían pasados por alto. Realmente los hijos son los maestros de sus propios padres.