lunes, 26 de septiembre de 2016

Coca y el grado 9 de Sagitario


Coca y el grado 9 de Sagitario.

Una posible señal relacionada con este rubro: se tiene la sensación de la que la vida no tiene sentido sin un propósito. El problema con Coca es que este propósito, para que pueda ser llevado hasta el final, debe ir acompañado de excitación. La excitación es lo que anima a la persona a mantenerse en pleno rendimiento. El quid de la cuestión es cuando este propósito no es experimentado con excitación –o la excitación decae antes de culminarlo-, lo cual lleva a desentenderse de él a medio camino. O, si lo prefieren, el propósito pierde definición; o bien es uno el que pierde su propia definición como persona en relación a su propósito. La consecuencia de este desentendimiento es el abandono mental y emocional: una percepción de que la vida (y uno mismo en ella) no tiene sentido. Incluso los propios actos, cuando la excitación desaparece, son percibidos erráticos, sin norte, como si no tuvieran sentido.

Las emociones de la persona simbolizada por Coca son su verdadero campo de batalla. Vemos ahí que se alternan la excitación y el aburrimiento, la débil predisposición a construir y la fuerte tendencia a abandonarse.

Coca siente que quiere sentir, pero no siente. Tiene ilusión por sentir emociones más intensas y concisas, puesto que es a partir de ellas que encuentra el sentido a perseverar en un propósito. Sin embargo, lo que siente no es intenso, puesto que idealiza lo que quiere sentir. Lo cual lleva a que uno abomine de lo que siente (o sintió) una vez la excitación ha caído.

Coca necesita sentir que tiene ilusión, aunque esta ilusión rápidamente desaparece de escena. Podríamos decir que Coca tiende a situar lejos los deseos que le llevarían a sentir ilusión. O sea, los ubica en situaciones excepcionales y poco frecuentes.

Coca necesita sentir fuertes estímulos para salir de la rueda de las emociones adversas. Sin embargo, su conservadurismo y sus contradicciones inconscientes le sabotean. Por tanto, pues, la pregunta a hacerse podría ser esta: ¿cómo hacer que de lo cotidiano surja algo de interés que le mantenga a uno con la actitud coherente?

Otro detalle de interés es que el individuo Coca tiene algo de paranoico sensorial. Percibe que las circunstancias que conforman su vida no le apoyan. Si siente víctima de sí mismo y de su discurso. Es así que corre el riesgo de que su vida acabe convertida en una cárcel. Coca se pone a sí mismo tantas condiciones que su experiencia con lo cotidiano se vuelve invivible.

El individuo Coca no tiene suficiente con la vida material. Es ambicioso, aunque fácilmente cae en la decepción y en el desánimo. Necesita de una motivación extra, lo cual acostumbra a venir de su fantasía, dado que las condiciones que la mundanidad le impone le parecen limitadoras. Es decir, todo va bien mientras las ambiciones son soñadas. O, si lo prefieren: Coca desprecia profundamente la materialización. Muy posiblemente haya un tema de fondo relacionado con el miedo a la impotencia, a la incapacidad para manejarse en las circunstancias ordinarias de cada día. Esta impotencia le lleva alternativamente a soñar y a despreciar sus propios sueños. En la medida en que éstos piden ser materializados, el individuo Coca acaba por reírse frívolamente de sus propias ambiciones, renunciando a ellas –lo cual es una forma de esconder su propia impotencia-. Es decir, Coca no se toma a sí mismo en serio.

El grado 9 de Sagitario.

La reverberación de Coca recae sobre el 9 de Sagitario. Este grado describe a la persona que anhela una vida mejor. Puede tratarse de alguien generoso, soñador, idealista, moral y contradictorio. Aún con ello, es profundamente conservador. Se resiste a arriesgar su vida en pro de lo que sueña. Es una resistencia inconsciente y contradictoria, pues no procede de una deliberación o de una reflexión. Hay un vaivén en cuanto a las motivaciones. La persona es sacada de sus limitaciones por sus sueños, aunque con la misma facilidad se ve vuelta a encajar en la rueda de las rutinas cotidianas. Es decir, sueña que quiere ocupar otro lugar mientras sigue atrapado en lo cotidiano.

Es posible que a las personas caracterizadas por este perfil les falte un apoyo emocional sólido, lo cual les impide mantenerse con ganas de concretar y perseverar con la energía necesaria para llevar los asuntos hasta el final. Esta falta de perseverancia arranca desde la niñez. Posiblemente sintieron que los padres les ofrecieron un mundo emocionalmente incompleto. Por tanto, tratan de compensar esta carencia a través de la idealización de la excitación. Y es así como quedan asociados estos conceptos, de tal manera que la realización sin excitación decae; y el desarrollo de uno mismo no tiene sentido sin idealización.

Un trabajo relacionado con este grado -y con el perfil encarnado por Coca- es llegar a despojar la realidad de toda idealización acerca de ella (y de uno mismo dentro de ella). Para alguien que encajara en esta descripción, la realidad idealizada acaba siendo decepcionante. El reto, pues, es trabajar con los aspectos mentales que llevan a la persona a anhelar más lo ideal que lo real. Y más aún: localizar lo que es real en uno mismo, habilitándolo y honrándolo hasta convertir el Yo real como la única vía para la transformación. Los sueños, si uno se deja abatir por la persistencia de la realidad tediosa, no pueden transformar por ellos mismos la realidad. Lo único que puede transformar es un cambio de visión que ayude a trabajar desde la realidad gris, haciendo de ella una plataforma en la que los sueños ya no son una fuente de autoengaño sino un motivo de compromiso profundo en pro de una acción creativa que desafíe toda tendencia al conformismo, al abandono y a la confusión.

Una vez conseguido que los sueños cooperen con la realidad, para hacerla subir de nivel, el lado conservador y el lado aventurero pueden superar sus contradicciones hasta formar una unidad de carácter. Estamos hablando, pues, de una conquista del carácter, en el que las trampas y las tentaciones abandonistas ya han sido superadas.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Elle

Del director de Elle podemos recordar, por ejemplo, Instinto Básico. Se trata de Paul Verhoeven, un director que, al menos en estas películas, muestra poseer un fino olfato para abordar temas psicológicos complejos. Hacía tiempo que Paul Verhoeven no nos daba muestras de actividad, y resulta que nos entrega su película más sutil, mucho más que Instinto Básico.

La protagonista está encarnada en Isabelle Huppert, que brilla espectacularmente en un papel ambiguo y delicado. Vemos a una mujer con poder, que vive sola, que tiene una actitud elitista, que parece estar a distancia de todo y de todos. Junto a ella, un cosmos de personajes, cada uno con su patología. En este sentido, Paul Verhoeven muestra un conocimiento exhaustivo del asunto. El marido, el hijo, la novia del hijo, el amante, la sexualidad, las violaciones -aparentemente no consentidas-, la rivalidad en el trabajo, la condición de mujer y su relación con el dolor; con un padre psicópata y con las secuelas de una infancia difícil y complicada. Junto a ello, todo un elenco en el que cada cual es una bestia desnuda ante los ojos de Paul Verhoeven.

En Elle hay giros inesperados, sorprendentes. Sin embargo, ya al final, nos espera un cambio igualmente sorprendente e inquietante, acaso menos espectacular que otros giros que acontecen, que nos sume en una incógnita que nos deja admirados e inquietos. Es posible que estos giros sean los que mejor reflejan el conocimiento de lo psicológico que nos ofrece el cine de Paul Verhoeven, y más en esta Elle.

En Elle hay mucha psicología, intensidad, misterio, arte, cine. La encarnación del dios Plutón, el del inframundo. Esta encarnación no es en relación a un personaje en concreto, sino en relación a un modo de vida, acaso patológico todo él, que es el que Paul Verhoeven nos explica. Es decir, hay en Elle una crítica al comportamiento humano de la sociedad burguesa. En este sentido, no deja títere con cabeza.

Creo que Elle puede gustar al amante del thriller psicológico, al amante del cine en general.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Política 2008-2016

Vamos un poco para atrás. Estamos en el 2008 y estalla la crisis. Pasan los años y la bola se hace más grande. Justo por esas fechas, aparece Juan Carlos I por televisión diciéndonos que la culpa es del mercado. Vamos, que los estados, las instituciones públicas y los jefes políticos no sirven para lo que supuestamente deberían servir. Dicho por ellos suena a broma pesada. Sin embargo, pasan los años y los mismos políticos que nos decían que la culpa era de los mercados ahora nos dicen que vayamos a votarles porque en ellos está la solución. Me recuerda a la metáfora de la pasta del tubo de dientes, que aprietas para que salga y luego, claro está, no hay manera de volverla a poner dentro del tubo. Algo de eso ha ocurrido: los estados se han ido debilitando, a la par que se han ido engrandeciendo las grandes corporaciones, los bancos y los fondos de inversión. Ya nos avisó el presidente Eisenhower en los años 50: "La influencia de la industria del armamento en las decisiones políticas es mayor que la del máximo gobernante del país."

Lo que ha venido ocurriendo desde los años 50 para acá es justo un desarrollo de esta idea. Incluso George Soros dice que los únicos que tienen sentido de estado son los mercados. Sin embargo, y aún con estos avisos, los políticos siguen haciéndonos creer que pueden hacer algo. Incluso los gobiernos legislan más que nunca y, sin embargo, sospecho, esta abundancia de legislación sólo puede indicar que es una tapadera para enmascarar lo obvio: la pasta no se puede volver a poner dentro del tubo.

Mi pregunta, entonces: ¿cómo es posible que las instituciones, a través de los políticos que las gestionan, pretendan regular los mercados si son éstos quienes tienen el poder? Quizá la respuesta esté en que los mercados cederán el poder que les convenga ceder a dichas instituciones. O lo que es lo mismo: los mercados cederán el poder que les convenga y les resulte favorable. A cambio, las instituciones seguirán siendo los perros guardianes de la casa de los señores, que son los que verdaderamente mandan. 

Otra cosa: Acerca del ex-ministro Soria y su opción a ocupar sillón en el Banco Mundial, ¿no les parece un poco raro que salga esta noticia en este momento? ¿no será que el PP están haciendo los posibles para aniquilar el pacto con Ciudadanos? Entonces, pues, ¿cuál es la razón que lleva al PP a no querer gobernar? ¿quién gana y quién pierde con este tipo de noticias, y más cuando son emitidas en momentos tan delicados de cara a la formación de un gobierno? ¿no será que la propuesta de nombramiento de Soria es una forma premeditada de erosionar las posibilidades de un acuerdo con Ciudadanos? Y luego, ¿qué hará Ciudadanos, volver a pactar con el PSOE? Parece todo una maniobra para quitarse a Ciudadanos de encima, cosa que aplaudirán los del PP y los del PSOE.
Y también podría ser que nadie quiera gobernar, y por eso pasa lo que pasa. 

Y la última: El 2008, si sumamos los dígitos, era un año 1. Ahí empezó la crisis a popularizarse. El año 2017 volverá a ser un 1. Es muy posible que se abra ahí un nuevo ciclo de 9 años. Lo iremos viendo pronto. Mi sospecha es que el ciclo que va del 2017 al 2026 será de una transformación. Empezaremos por las instituciones. Es decir, si antes fueron los bancos los que nos hicieron sufrir, a partir del 2017 van a ser las instituciones públicas las que entren en crisis. Y si las instituciones entran en crisis, también entrarán en ella los partidos políticos, que son quienes viven del asunto. 
Y posiblemente antes del 2020 se aborde el tema del fin del uso libre del dinero, tema del cual ya traté en este blog hace algún tiempo.