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lunes, 3 de septiembre de 2012

Abolición del dinero y exaltación del trabajo

Vivimos en un big bang laboral. Contribuye en ello la crisis económica. De todos modos, lo que les voy a comentar ya venía cociéndose desde a década de los 80, justo cuando el sector privado aminoró el ritmo de creación de puestos de trabajo y empezó a dejar que sea la inversión pública quien los promueva. En la década siguiente, la de los 90, empiezan a brotar otras formas de trabajar. Ganarse la vida es una necesidad, la de ingresar un dinero con regularidad, y un impulso en pro de la realización personal, lo cual, dicho sea de paso, es aprovechado por las empresas para explotar al personal. ¿Es que no hay otras formas de realización personal más allá del trabajo? ¿Será que no da tiempo? ¿o no quieren que de tiempo, para así tener secuestrado el instinto de realización de las personas?

Hechas esas preguntas, vuelvo al tema.
Como decía, a partir de las últimas décadas del siglo pasado eclosionan formas nuevas de situarse en el mercado de trabajo. Así, pues, si antes lo más frecuente era un trabajo seguro, estable, por cuenta ajena y con un sueldo estipulado y previsible, lo cual permitía construir una vida con una mirada que se podía poner en el largo plazo. Ahora, digo, lo que viene es lo que empezó a brotar, junto con otras figuras que emergen a resultas de la crisis. A la vista tenemos una mezcla de los nuevos perfiles, que corren como liebres, junto con los ya existentes: emprendedores, empresarios, freelances, mercenarios, funcionarios, proletarios, mileuristas, quinientoseuristas, precarios, muy precarios, becarios, siervos, vasallos e, incluso, aristócratas y señores feudales.

Como señalé en posts anteriores, los ciclos de la economía, tres en concreto, van a ir hacia abajo. El dinero anda flojo, y más flojo que irá. El trabajo, tal y como lo teníamos concebido, se acaba. Van a la baja los sueldos y los horarios fijos. Empieza a ser importante la creatividad, la imaginación. Y ya, puestos como estamos en la labor de inventar nuevos formatos, trabajos y modos, comprobamos que a las personas nos sigue tirando fuerte el impulso por la realización a través de actividades útiles para la comunidad. Hasta hace relativamente poco habíamos creído que el motivo del trabajo era el sueldo, y que a más sueldo, más motivación. Lo cual es falso. Se trabaja por una necesidad, acaso inconsciente o no identificada, que va más allá del sueldo. Lo que ocurre es que esa motivación ha estado secuestrada y manipulada por el sistema. Y ahora, al caer, recuperamos el instinto de trabajar-más-allá-de-un-sueldo. Descubrimos, pues, que ser útil trabajando placenteramente en lo que uno quiere, aunque los emolumentos no respondan proporcionalmente, puede hacer que se inventen nuevos trabajos que el sistema no tenía catalogados. Así, pues, estamos construyendo el catálogo del futuro. Muchos de los trabajos que se hacían, al menos según el formato convencional, no se harán, y se empezarán a hacer otros que deriven de la imaginación del trabajador. Los roles se invierten y  donde antes uno acudía para encajar en un puesto de trabajo, ahora puede ser el trabajador quien proponga competencias sobre las que nadie había pensado.

Démosle a la imaginación e inventemos ocupaciones que nos gusten y ofrezcámoslas sin espera de sueldo, sin intención pecuniaria. A partir de ahí empezarán a valer muchas cosas que antes no se les daba el valor que en verdad les correspondía.

Una prueba de ello nos la da el alza del voluntariado y de la emprendeduría social, hechos que nos ayudan a entender que las personas, tanto o más que el sueldo, valoramos que el trabajo nos haga sentirnos felices y nos proporcione experiencias irrepetibles. Hasta hace poco, esperabamos a la jubilación para ser feliz en el uso libre de nuestro tiempo. Pues bien, ahora está empezando a suceder a la inversa: debido a esa acumulación de circunstancias que he narrado anteriormente, empieza a ser prioritario a las claras tomarse la felicidad, propia y ajena, como primera motivación. Si lo que uno ofrece es interesante y satisface necesidades prácticas de la comunidad, ya nos las ingeniaremos para que los emolumentos vayan llegando. Es cuestión de tiempo.

Por otro lado, aunque ello suponga desdecir parcialmente lo dicho en algún otro post, al sistema no le interesa que las personas lleguen a ser felices trabajando sin que medie dinero. ¿Ya saben por qué? Por que no interesa que las personas descubran que lo que les mueve no es el vil metal sino el instinto de realización personal -la procura de felicidad propia y ajena que les comentaba antes-. El sistema de valores convencional se ha valido del sueldo para tener en regla a las personas. ¿Qué pasará si las personas se saltan esa regla? Y lo mismo digo en relación a la cultura de la subvención, de la cobertura del paro. No voy a decir que no sean necesarias, claro que sí, pero encierran un lado perverso del cual habría que ser conscientes.

Las personas que den valor a su trabajo, aunque el sueldo no les llegue o sea inexistente, y no por ello dejen de trabajar por puro gusto, serán las que transformen el mundo. Ojala esta crisis sea duradera, pues ello dará lugar a una actitud que trascenderá la actual coyuntura.

Aprovecho el colofón para recomendar un libro que vibra en esta misma línea.
"Cuando sea feliz", de Mónica Esgueva. ...
y para mencionar Casa Solidaria, un grupo de personas que tienen a bien ayudar a personas en situación precaria. En el enlace está todo explicado con mucho amor.

Nota:
este post se complementa con estos otros: "Del precariado al voluntariado", "La nueva cultura del mercenariado" y "Abolición del uso libre del dinero".

miércoles, 29 de agosto de 2012

La revolución del precariado

Si un movimiento revolucionario -de protesta, antisistema, con causa más o menos clara- es sometido a autocrítica continua, a un cuestionamiento de sus propósitos y a la forma en cómo la acción es gestionada, puede ver en peligro su permanencia y, con ello, la esperanza de que lo que defiende pueda llegar a tener éxito. Por eso, un movimiento, para que prospere y perdure, necesita tanto de un liderazgo definido como de una ovejización abundante y sacrificada. Lo que es curioso es que un movimiento revolucionario suele surgir como consecuencia de la opresión por parte de una minoría sobre una mayoría ovejizada, que es como decir que, tarde o temprano, volveremos a repetir la historia. Sin embargo, en la situación actual se una excepcionalidad: como no hay un liderazgo claro, tampoco hay una ovejización clara. Es posible, pues,  que cada oveja deba convertirse en pastora de sí misma, lo cual daría lugar a un proceso revolucionario muy dinámico pero sin una dirección clara.

La cultura del precariado puede ser el caldo de cultivo de todo ello: que cada oveja se las ingenie como buenamente pueda para subsistir, ya que el liderazgo parece tan ausente, perdido y amorfo como el rebaño.

También, y hay que decirlo, las ovejas, acostumbradas a tomar dirección con un pastor que les daba seguridad, pueden acabar , ¡ay!, con algún trastorno. ¿Se acuerdan del mal de las vacas locas? Pues aquí se está gestando el mal de las ovejas locas. El recrudecimiento de las enfermedades derivadas de la fragilidad mental y emocional es un hecho que clama al cielo. Es posible que la revolución no hecha se somatice hasta hacer que lo que podría ser una dirección clara, convertida en difusa por mor de la situación, acabe derivando en algo peligroso para la salud del sistema. Y será así que veremos ovejas balando en direcciones diferentes y contradictorias; o, incluso, perros pastores empujándolas no sabiendo bien hacia qué redil.

lunes, 25 de junio de 2012

Gobierno unificado global y surgimiento de las pequeñas comunidades



La revolución laboral y la globalización europea serán sinérgicas o no serán. 

La globalización favorecerá el declive de los estados-nación y el surgimiento de las pequeñas comunidades. Todo apunta al 2020 como fecha clave para un gobierno mundial, el cual, dicho sea de paso, favorecerá procesos de independización de pequeñas comunidades que todavía están integradas en esos estados.

Por otro lado, el ciclo actual apunta a que la revolución va a acontecer en los entornos laborales, en el modo de trabajar y en la estructura interna con la que las empresas se organizan. El cambio irá paralelo al proceso político. Todo será muy sinérgico. Una nueva mentalidad nos llevará a orientarnos a cooperar más que a competir. De hecho, si me permiten la herejía, es interesante que la crisis sea larga. Salir de ella ahora mismo cortaría el proceso de transformación mental en el que estamos.

Esta situación nos hará evolucionar en paralelo: lo político y lo laboral van a ir de la mano. Vamos hacia un sistema clusterizado o cooperativizado.

En otro post hago un comentario acerca del proceso que nos va a ir llevando hasta el 2020.