miércoles, 12 de abril de 2017

La chica desconocida

La chica desconocida es una película de los hermanos Dardenne. Me ha resultado interesante por varias razones: por la dirección, tan fiel a un estilo y a un modo de abordar asuntos emocionales; por la actriz protagonista, Adèle Haenel, descomunal en su papel; por la inteligencia de los Dardenne, tan sutil como árida y brillante al mismo tiempo.

En este caso, tanto como en Dos días, una noche, con una Marion Cotillard igualmente descomunal en su interpretación, los hermanos Dardenne nos acercan a un sentimiento, le ponen una lupa y nos muestran todo un desarrollo. Tienen a bien los Dardenne en no plantear hipótesis remotas acerca del por qué las personas vivimos las emociones de la manera que lo hacemos. Es decir, son anti-psicoanalíticos. Sólo ponen la atención en emociones presentes.

En el caso de La chica desconocida, además, tenemos un elemento de valor añadido en el mismo título. Voy por partes:

La chica desconocida cuenta la historia de una mujer que pide auxilio en un consultorio médico. Como el consultorio ya ha cerrado al público, la mujer no insiste y los médicos que se hallan en el interior no son conscientes de lo que pasa. Y lo que pasa es que la mujer que pedía ayuda estaba siendo perseguida. Luego vemos que muere a manos de quienes la perseguían. Así, pues, una chica desconocida que pide ayuda, por un lado, y la actitud posteriormente auto-culposa por parte de la mujer médica. Sin embargo, toda la acción orbita alrededor de la forma de ser de la médica. Es un retrato a fondo de la empatía, de la compasión, de la culpa y del no ser nada en la vida. Es decir, alguien que es para los demás pero no para sí misma. Y en este sentido, podríamos decir que la mujer desconocida es la médica. La médica, encarnada en una actuación descomunal por Adèle Haenel, es desnudada por la mirada de los Dardenne. Sin embargo, como he indicado anteriormente, no nos plantean de dónde viene esta forma de ser, tan culposa y tan predispuesta a autoanularse. Nos dicen que lo que hay es lo que hay, y que las personas somos como somos. Así de sencillo y así de profundo.

Piscis y la mística del cine

Recién acabo de ver Captain Fantastic en una sala comercial que estaba bastante llena. Y eso que tengo la película en casa, pero contra la mística de una sala de un cine no hay rival posible. Por eso me alegra ver cómo las personas retornamos a los cines. Mientras espero para ver la película, empiezo a rememorar nombres de actores y actrices. Por lo general, se tiene muy en consideración al signo de Leo como exponente de la auto-expresión. Podría pensarse que el santo patrón de actores y actrices es Leo. Pues sí, haberlos haylos. Sin embargo, recordé especialmente los nombres de Juliette Binoche y Michael Caine, ambos de Piscis. Veo que es un signo al que se le da muy bien actuar y metamorfosearse en los personajes, como si su yo no se proyectara hasta influir sobre ellos. Más bien es a la inversa, el personaje coloniza al actor o actriz pisciano. A partir de este punto, podríamos entender que el nivel de empatía en Piscis es una herramienta tan poderosa que legitima toda la ficción. Y ahí está la cosa con Piscis, que no sabemos si lo que vemos de él es real o ficticio.
El otro ejemplo es Carme Chacón, recientemente fallecida, también de Piscis. Su nivel de simbiosis con la sociedad y con las instituciones fue tal que me ha llevado a pensar que lo pisciano es absolutamente necesario para que la sociedad se mantenga tal y como es y, en lo posible, evolucione y progrese. De algún modo Piscis representa la función de contención, de dirección sutil, de cortafuegos o, aún más, de apagafuegos.

Ponerse en la piel de un personaje es como procurar que la historia que con él se cuenta llegue a transformar la mente del espectador, y hasta de la persona que lo encarna, para llevarnos a creer que toda la ficción que vemos en la pantalla es tan real como la vida diaria.

El secreto de Piscis para poder encarnar al personaje, ya sea en el cine, en la política, en las contingencias cotidianas, etcétera, es estar y ser como una esponja, incondicional a todo lo que haya que absorber. En este sentido, Piscis es una pantalla en donde se proyecta el inconsciente social. No ser nada para poder ser cada cosa que haga falta encarnar. O si lo prefieren, Piscis es alguien que puede dejar de lado lo que nadie sería capaz de dejar. Sin embargo, cuando tratamos de líderes políticos, el pisciano puede hacerse pasar por derechista, izquierdista, aguerrido, empático, reaccionario, compasivo o lo que sea. Y es por eso que puedo creer lo que veo en el cine y no creerme lo que veo en la vida ordinaria, especialmente cuando alguien proclama actuar en nombre de un ideal. Y ahí pongo, por ejemplo, a personajes de la vida política que dicen defender los intereses del pueblo, aunque sea ese el rol por el que el director de la película los ha contratado. Entonces, pues, me pregunto: ¿quién es el director de la película? ¿de qué va la película? ¿le interesa el pueblo al director de la película?

Ah, por cierto, Captain Fantastic es muy buena. Sin embargo, no lo es tanto como para verla otra vez. De hecho, podría parecer que es una película que incorpora una denuncia anti-burguesa, pero en realidad es un cuento de hadas y de hados. Es decir, tal y como está orquestado el tramo final (el último tercio de la película), se va diluyendo hasta apagar el mensaje que podría aportar. Y todo (des)gracias a lo que acontece en el último tramo, insisto, que hace que todo quede en agua de borrajas. 

Otra interpretación posible es que Captain Fantastic pueda ser una reacreación del mito del martirio, muerte y resurrección de Cristo (encarnado en el personaje de Viggo Mortensen), con todas circunstancias cristianas trasladadas al escenario en el que transcurre esta película.

Mi prueba del algodón a la hora de valorar una película es que me vengan ganas de volverla a ver, lo cual no ocurre con Captain Fantastic (de momento).