lunes, 9 de diciembre de 2013

Obcecación romántica y abandono emocional

Abandono emocional y madurez personal 
x Jesús Gabriel
un astrólogo de Barcelona  

Como si se tratara de un bautismo de agua helada, la primera experiencia de abandono o decepción experimentada por un niño es ciertamente necesaria para que la confianza ciega que hasta entonces tenía depositada en el mundo de los adultos caiga para dar lugar a una mirada más real. Sin embargo, esta caída puede resultar intolerable dependiendo del momento y circunstancias en que ocurrió. Cada niño puede experimentar de maneras muy distintas el abandono y sus consecuencias posteriores. Un mismo acontecimiento –el abandono, en este caso- es vivido de formas distintas según el niño. Con ello quiero decir que cada persona registra las experiencias de un modo muy particular y de acuerdo al guión en el que se sustenta su vida. Los hechos concretos actúan no tanto como causa sino como detonante de contenidos emocionales que necesitan ser vividos. Sin embargo, si esta experiencia ha resultado insoportable y continua interfiriendo en la vida emocional de una persona, puede dificultar una visión clara de las demandas espirituales contenidas en este guión, a la vez que perpetúa y da poder a las circunstancias externas -escudriñando la actitud de los demás o buscando la media naranja en la que confiar ciega e irracionalmente, por poner unos ejemplos-.
Así, pues, una persona que se haya sentido abandonada, y no le esté resultando posible captar el sentido espiritual que ello tiene, atraerá experiencias en las que se seguirá sintiendo abandonada. Este sentimiento, y hay que decirlo, puede ser disfrazado y alimentado en forma de demanda irracional de atención (histrionismo, histerismo, exigencia, asedio, mobbing emocional, etcétera), de anhelo por lo afectivamente imposible y de desprecio por lo que podría ser posible. En definitiva, la persona se niega a ser feliz, abonando así el terreno para todo tipo de abusos que tienen lugar por activa y por pasiva: ya sea porque la persona abandona a los seres que la quieren por abrazar a quien nunca le hará caso, por poner un ejemplo.

El abandono como experiencia iniciática.

El abandono puede ser tomado como una experiencia iniciática tan impactante como la del propio nacimiento. De hecho, una elaboración del trauma posibilitará un nuevo nacimiento.

El sentimiento de abandono nos lo encontramos en la sociedad de mil y una maneras como, por ejemplo, ahora, con la crisis financiera, el alto nivel de paro y los casos de corrupción que nos asaltan. Lo que hasta ahora parecía honorable, estable y seguro se nos muestra como el nido de cocodrilos que en realidad ya era. Así, pues, el sentimiento de abandono y decepción es necesario para la madurez personal y colectiva.

El abandono patológico.

Si se ha cronificado y convertido en patológico, el abandono puede erosionar la confianza en los demás, a la vez que idealiza el amor hasta el punto de estar atrayendo nuevas experiencias dolorosas. La patología del abandono puede provocar en las personas dos tipos de actitudes sintomáticas:
a.- gran preocupación por los demás y generosidad compulsiva orientada a personas que no la necesitan ni la pueden aprovechar.
o bien
b.- obcecación romántica, obstinación emocional, avaricia, celos, desconfianza, hipersociabilidad superficial, ostracismo y demás conductas antisociales.

El anhelo de pertenencia herido es el factor común a estas actitudes. Según su magnitud, puede generar un pánico de exclusión que puede dar lugar a un exilio emocional incluso habiendo apoyo emocional explícito por parte de los demás.
Personas muy independientes y emocionalmente desapegadas pueden haber sido niños que se han sentido abandonados. Su reacción ha sido el ostracismo, experimentado ahora como dificultad para comprometerse en relaciones íntimas bajo la excusa de preservar la libertad. Derivadas de esta actitud son la confusión, el donjuanismo –femenino y masculino-, la promiscuidad sexual o lealtad hacia relaciones que hace tiempo no existen –fidelidad a relaciones fantasma-.

Abandono emocional y descuidos cotidianos.

En el escenario de la vida cotidiana podemos encontrar muestras de hasta qué punto un sentimiento de abandono no superado puede estar interfiriendo en nuestras rutinas, el manejo de las cuales puede convertirse en un oráculo de nuestra psique y estado emocional. La ley de atracción actúa de tal manera que aquellos nudos no desatados –el abandono, por ejemplo- pasan a ser un modo más de la personalidad que contamina lo que es genuino en el individuo provocando nuevos abandonos tanto por activa como por pasiva.

Una persona que se siente abandonada puede ser presa de ira, depresión, tristeza, miedo o pereza. Si, no se extrañen: la pereza es una forma sutil de autodefensa. Modernamente se la ha venido a llamar procrastinación: el arte de abandonar o postergar asuntos, tareas, relaciones, afectos y potenciales. Cualquiera de nosotros podría hacer un abandonómetro o procrastinómetro hecho a base de las siguientes preguntas: ¿cuántas excusas pone uno para no clarificar una situación confusa o atascada? ¿cuántas tareas relacionadas con el hogar o con la atención familiar están pendientes de ejecutarse? ¿cuántas excusas se pone uno para no reconciliarse con una persona querida? ¿cuántas cosas perjudiciales para la salud uno permite a sabiendas? ¿hasta qué punto puede traicionarse el propio potencial, la creatividad y lo auténtico en nombre de la seguridad, la comodidad o el miedo? ¿hasta qué punto puede soportarse una relación insatisfactoria? ¿hasta qué punto se puede estar negando la atracción que se experimenta por otra persona? Etcétera. La inseguridad a la hora de asumir decisiones arriesgadas puede ser una resonancia de esa vieja herida relacionada con el abandono y que se manifiesta como un temor que quedarse sólo si uno contradice los deseos de los demás.

Una variante sutil: la sobreprotección debilitadora.

Aunque pueda tratarse como asunto independiente, una forma de abandono encubierta es la sobreprotección que algunos niños experimentan y que en la vida de adultos se manifestará con señales muy parecidas a las del abandono. Un adulto que de niño fue sobreprotegido puede ser tan aprensivo, temeroso y desconfiado como otro que fue abandonado. No obstante, y puesto que a un niño no se le puede sobreproteger sin aniquilar su libertad, el sentimiento y sus consecuencias son idénticas a las del abandono. En realidad, la sobreprotección es una máscara del abandono: es un secuestro en toda regla.
Así, pues, tanto si el niño ha sido abandonado o sobreprotegido, el dolor, la minusvalía y la falta de desenvoltura afectiva pueden ser calcadas.

El miedo a la libertad.

Dar de comer a este dolor impide experimentar el verdadero miedo de fondo: el miedo a la libertad. Al hacer del sentimiento de abandono un culto y colocar el anhelo protector de los demás como prioritario, acabamos reclamándoles irracionalmente un reconocimiento y nos convertimos en sus esclavos (síndrome de Estocolmo). De este modo acabamos actuando en detrimento de la propia dignidad y libertad.

Quirón y Lilith van de la mano.

Quienes deséen captar mejor la esencia de estos factores, pueden profundizar en sus claves psicológicas y astrológicas en los siguientes libros:

• Quirón. Viaje alrededor de un sentimiento herido.
• Lilith. El enfado interior.
Ambos están editados por Agora de Ideas.

Para mayor información relacionada con los temas aquí descritos, además de para leer otros artículos relacionados con estos libros, pueden acudir al blog de Agora de Ideas o ponerse en contacto con la editora via correo electrónico:
agoradeideas@gmail.com

1 comentario:

Nora dijo...

Gracias. Al leer su articulo veo que es un patrón que se da cada cierto tiempo en mi vida. Y Nunca termino de resolverlo...