Alrededor del 2008 estalló una gran crisis financiera. En el 2010 se empezaron a notar los recortes y los avisos de que la cosa no tenía vuelta atrás. A partir de ahí nos empezamos a enterar que había agencias de rating. Ya saben, la prima de riesgo. Según la puntuación que emitan, estas agencias pueden hacer que un país resulte más, menos o nada seguro y atractivo para los inversores. Me pregunto yo si no podría haber agencias auditoras del nivel de democracia alcanzado por un país. Pero, claro, eso parece no influir en la economía. Si hubiera una auditoría que puntuase el nivel democrático de España, seguramente veríamos una curva descendente. De hecho, empezó a descender una vez pasado el intento de golpe de estado de 1981. A partir de ese año, los gobernantes se preocupan más de dorar a los de su casta que al conjunto del país. Y así fue como hemos estado dormidos durante todo este tiempo, hasta llegar a la crisis del 2008 y el consiguiente movimiento de los indignados. En el 2010 se detonó la crisis catalana. Y ahora hay un movimiento republicano y democrático en España que empieza a sacar la cabeza. Digamos que el ruido de la jauría mediática, institucional y política es incombustible, tanto que no deja escuchar a quien tiene planteamientos sensatos.
Al caer la clase media, cae también toda posibilidad de regeneración de un sistema pensado para la existencia de clases medias. Vamos hacia otro orden, aunque habrá que pasar por un desorden terminal en España (lo vamos a notar muy mucho entre el 2017 y el 2020).
Vamos a dar un par de pasos en dirección al futuro. Estamos en el 2060. Es a partir de ese año que empezaremos a ver claro cómo va a ser gobernado el mundo durante los próximos dos siglos. Entre el 2020 y el 2060 la especie humana va a experimentar cambios a una aceleración nunca antes vista. Además, veremos como la gobernanza global propone soluciones ante el cambio climático, el hambre en el mundo, la superpoblación y el ocaso del trabajo como elemento de cohesión social. Hasta que no llegue el 2060 no vamos a poder estar tranquilos, excepto que la tranquilidad se elabore muy profundamente. La ecología será la religión del siglo XXI, que propulsará al humano hacia un nuevo orden que afectará profundamente a la vida pública y a la privada. Bajo el nombre de la ecología se adoptarán medidas que ahora nos parecerían moralmente repulsivas.
En el 2037, y a resultas de la independencia de Catalunya, España, o lo que quede, se habrá convertido en una confederación republicana, con Portugal como parte de ella. Pronto veremos cuánto va a tardar Catalunya en sumarse al proyecto.
Han pasado muchas cosas desde aquel memorable 2020, que acabó como el rosario de la aurora. De hecho, el periodo entre el 2017 y el 2020 puede compararse con los años finales del siglo XIX. España cierra ciclo definitivamentre. Se abrirá otro ciclo nuevo y el parto será muy doloroso. Hasta tal punto lo será, que una comadrona alemana va a tener que venir para abrir camino.
Desde la visión que nos ofrece mirar al presente desde el futuro, podemos entender el por qué de tanta corrupción, como la que se destapó en los años anteriores al 2020. Hoy comprendemos que la feroz acumulación de dinero tenía un carácter particular en el caso de España: sus élites castizas, acaso intuyendo su propio final, lo saquearon todo antes de la caída de la monarquía. Fue un calco del final del Imperio Romano. El resultado de tanto saqueo y de tanta mentira gubernamental (como aquella del 2010) fue la emergencia de un movimiento secesionista en Catalunya, por un lado, y la eclosión de un movimiento de indignados que se articuló alrededor de Podemos y otras organizaciones. Esta eclosión planteó la constitución de un proceso constituyente que desembocó en la proclamación de la 3a. República en el 2020 (+o-). La Unión Europea tuvo que enviar emisarios que supervisaran el proceso, pues el cainismo patrio seguía presente. La comadrona alemana deberá quedarse para ejercer como nani durante una temporada larga, y/o para hacerle la rehabilitación al país aquejado de artrosis avanzada.
Insisto en que esto que les explico en este post es política-ficción. Sigo con ella.
Como indiqué, en los años anteriores a la caída de la monarquía, desde el 2010, surgió un movimiento secesionista en Catalunya. Por su parte, los republicanos españoles, articulados alrededor de Podemos, que inicialmente fueron muy tibios con el asunto catalán, y viendo que el movimiento pro-secesión era más fuerte, sólido y coherente de lo que ellos mismos habían estado admitiendo, empezaron a hacer una lectura diferente y, con ello, un cambio de actitud. Este cambio tuvo lugar a final de agosto de 2017. Hasta ese momento se habían estado manifestado ambiguos deliberadamente (y trasladaron esta ambigüedad a las franquicias territoriales), hasta el punto de no apoyar el proceso catalán. La razón de esta tibieza está en el ego de Podemos, puesto que hubieran querido ser ellos (Pablo Iglesias y compañía), y no los catalanes, quienes liderasen en exclusiva la transformación y la regeneración de España. Sin embargo, como acabo de indicar, y viendo cómo estaban yendo las cosas, se hizo una relectura más constructiva del asunto. Y así fue como a final de agosto de 2017 se llegó a un pacto de largo alcance entre los soberanistas catalanes y los republicanos españoles. Con mucho trabajo e insistencia, el pacto entre ambas partes empezó a dar sus frutos. La consecuencia de ello fue que el periodo 2017-2020 fue agónico para la casta económica y la clase política que ha estado dominando el terreno.
Volviendo al momento presente: si el gobierno de Rajoy consigue llegar a final de la legislatura, le va a tocar lidiar con un gran marrón. O, por contra, si la moción de censura prospera, quizá prefieran que sea otro el que se maneje con el maloliente marrón. En cualquier caso, el declive quedará escrito en los anales de la historia (y nunca mejor dicho).
En un artículo anterior -Cáncer terminal: el Ibex 35- comenté la curiosa coincidencia de sucesos habidos en el 2010. En concreto, consecutivamente, la sentencia adversa del TC y la entrada del fondo inversor Black Rock en las empresas del Ibex-35. En aquel artículo sostuve que la economía española ya no es española sino apátrida, o manejada por apátridas. De ahí que ponga como gráfico de este escrito a un torero con la bandera de los USA.
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