miércoles, 31 de mayo de 2017

Comanchería



Un western crepuscular, Comanchería. Podría ser una obra más del género, y en cierto modo lo es, pues reúne todo lo que suele haber en un western. El asunto es que está bien explicada, bien narrada, con un ritmo acogedor, etcétera. En ciertos aspectos, me recordó a Slow West, de hace pocos años, con Michael Fassbender como protagonista. O algunas de las que en los últimos años ha rodado Clint Eastwood. En Comanchería el centro de atracción lo ocupa Jeff Bridges. Sin él, sería otra cosa. 

Se agradece que las pocas escenas sanguinolentas no hayan sido aprovechadas por las técnicas de HD para ponernos la víscera en los morros del cinevisionario. También resultan de lo más interesantes los pintorescos diálogos, especialmente los que ponen a hablar al personaje de Jeff Bridges con su compañero policía. Bueno, lo de pintorescos es por ponerle una palabra a la cosa. En realidad, es un repertorio de la mentalidad carca o xenofóbica por parte del protagonista.
Una curiosidad: de la película me ha interesado un detalle que veo que se repite recientemente en otras obras. Las historias no acaban, o acaban con un final abierto. Es decir, no proponen una solución a un dilema o nudo sino que dejan la incógnita en el aire. ¿Será ello una señal del mundo en el que vivimos, un mundo líquido o volátil, en perpetuo proceso, incierto y sin soluciones definitivas?


Mientras entre nosotros hay quien se pregunta cuándo saldremos de la crisis, cuándo dejará de haber corrupción, cómo viviremos cuando la Seguridad Social haya sido desmantelada... al mismo tiempo, vemos que estos finales peliculares nos vienen a decir que no hay solución, que lo único que mantiene la lógica del funcionamiento del mundo es la continuidad de los procesos.

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