jueves, 8 de octubre de 2015

La cobardía de los políticos

La cobardía de los políticos.

Poner como excusa la crisis, la economía, lo que diría la UE si sí o si no, o anteponer la legalidad de la constitución, como si ésta fuerá más importante que la voluntad y el sentir de las personas mismas, no es otra cosa que una forma de cobardía. Sin embargo, esta cobardía es maquillada con excusas, especialmente cuando lo que tenemos en el horizonte es una apuesta de riesgo, la cual puede enviar a la jubilación forzada a unos o a otros según se desarrollen unos u otros acontecimientos.

En efecto, el éxito de unos comporta el fracaso de otros, y más en circunstancias como las actuales. Es así como se explica que en situaciones que requieren de audacia haya tanto miedo, pues el desbloqueo pondría en evidencia una falta de competencia que hasta ahora se está enmascarando con variopintas excusas. Por poner un ejemplo, y sólo es uno entre otros muchos, hay quien dice que el proceso independentista que vivimos en Catalunya pondría a la luz la inviabilidad de España -otros dirían que la de una Catalunya independiente-. O que España es España, y punto, que eso no se negocia. En realidad, el asunto sólo puede facilitarse con una amplitud mental que hasta ahora no se ha estado manifestando.

Mientras una situación podía avanzar sin grandes cambios, los actores del poder encontraban acomodo fácil en la previsibilidad de los hechos. Sin embargo, en situaciones críticas se tiene tanto miedo al fracaso, y a dejar a la vista la propia ineptitud, que muchos, para no ponerse en evidencia, prefieren postergar la solución al problema, o pasarle el muerto a la generación siguiente. De este modo, quien podría tener éxito no lo tiene y quien podría fracasar no fracasa. Sin embargo, un detonante puede ayudar a desestancar la situación. Es la guerra.

El progreso humano y las guerras.

El humano podría progresar sin guerras. Sin embargo, una comodidad que roza con la cobardía lo impide. Esta comodidad consiste en evitar poner en evidencia la falta de competencia -la cual haria peligrar la poltrona-, promoviendo que la bola de nieve se vaya haciendo cada vez mayor.

Por extraño que parezca, y por las razones antes expresadas, uno de los factores que más promueve el progreso son las guerras. Se podría progresar sin guerras, cierto, pero ello comportaria que fueran los humildes quienes gobernaran. Me refiero a personas que no tuvieran ningún tipo de apego a la poltrona, o que fueran capaces de reconocer errores cuando los cometen, o que no les dieran arcadas o diarreas cada vez que han de tomar decisiones, o que se desafiaran a sí mismas siendo audaces cuando las situaciones lo piden. Sin embargo, el ambicioso de turno rara vez se comportará de tal manera.

Decía que las guerras favorecen el progreso. Y resulta curioso que en un mundo en el que se hace tanta apología del progreso y del éxito se estén encadenando unas guerras con otras. ¿Quiere decir entonces que habría que tomarse la molestia de comprender de qué estamos hablando cuando hablamos de progreso? Es decir, ¿no será que el progreso real, ese para el que no estamos preparados, es saber tomar decisiones de tal manera que no dejemos a nuestros hijos la herencia de problemas que no quisimos resolver, y más pudiendo haberlos resuelto, con audacia y sin miedo al fracaso?

Por despreciar la audacia que el ejercicio del poder requiere, hemos creado una idea de progreso que parece más un tren avanzando a toda velocidad y sin control. La posibilidad de poderlo conducir hace tiempo que se disipó. Hoy sólo nos queda la esperanza de pensar que ese tren pueda salirse de la vía, y aprovechar para poder encarrilarlo con un nivel de conciencia mayor que el que hasta ahora hemos mostrado.

Una última pregunta: ¿cómo es que funcionamos así? Es posible que la construcción humana esté hecha de una mezcla entre ideales, instinto de supervivencia y mezquindad. El humano que vive en este paradigma está más preocupado por el control de su posición. Y es precisamente es este control, acaso ilusorio, lo que dificulta la audacia necesaria, pues ésta podría poner en evidencia la incompetencia de la cual hablaba.

2 comentarios:

Malcolm Wutz dijo...

Apreciado y admirado, está usted abandonando la astrología y se nos está volviendo esencialista. ¿Qué es eso de la "naturaleza humana" que usted invoca?
Serán cobardes, digo yo, los nacidos en tal época, bajo tal signo, con tales aspectos y perjudicados quizás, en algún momento, por un mal tránsito.
No sé, pobre de mi; lo único que aprendí de la astrología es que todo es mudable y relativo.

Jesús Gabriel Gutiérrez dijo...

muy agudo, Malcolm, escudado en el anonimato del economato digital... jejeje
En realidad estoy hablando de astrología todo el tiempo, sólo que me quito el hábito. En lugar de hablar de Plutón en Capricornio y Neptuno en Piscis y Urano aquí o allá, o de Lilith en Libra, hablo de lo que se destila de esas posiciones sin decir qué posiciones son.

Ah, por cierto, amenazo con seguir en esta línea. Y gracias !!!

Saluditos.