martes, 4 de octubre de 2011

Choque de paradigmas

La ciencia en la antigüedad, antes del Renacimiento, no separaba el saber técnico del saber espiritual. O, con otras palabras, no diferenciaba lo esotérico de lo exotérico. El estudio de lo material y de lo psicológico no tenía una línea divisoria. Más adelante, una vez concluido el Siglo de las Luces, emergió un nuevo paradigma que clasificó, separó y apartó una buena parte de esos conocimientos. Fue así como lo que después fue llamado ciencia positiva acabó por imponerse, relegando una forma de captar y comprender la realidad en la que la espiritualidad, la intuición y lo simbólico habían tenido una potestad que después fue negada. Este estado de cosas todavía pervive hoy, aunque un nuevo paradigma emergente, auspiciado por diversos enfoques sistémicos -física cuántica, neurociencias y otros abordajes holísticos-, parece dado a recuperar la dimensión intuitiva y emocional del conocimiento. Este estado de cosas puede estar indicando el surgimiento de un nuevo Renacimiento en el que la intuición, la razón, el arte, la ciencia, lo espiritual y lo material van a ser tomados en cuenta por igual.

Si el observador influye sobre lo observado, ¿no será entonces que lo que se observa del mundo, más que algo objetivable y cuantificable, depende de la calidad del observador? Entonces, lo que éste percibe y experimenta depende más de quién es él que de eso que llamamos mundo exterior. Así, pues, todo conocimiento de lo externo se desarrolla en paralelo con lo interno. No puede haber profundidad de atisbo de lo externo sin tener conciencia de lo interno.
La vieja alquimia  sostenía esta misma idea.

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