x Jesús Gabriel, un astrólogo de Barcelona.
Veo a los políticos como quien va a un zoológico y observa el comportamiento de los animales en sus jaulas. Cada cual tiene su espacio, y sus movimientos son los que el espacio les permite. En realidad, no actúan en función de su conciencia sino según las características del espacio en cuestión, excepto que su conciencia coincida con la de la jaula.
Sin embargo, el caso de Esperanza Aguirre tiene una peculiaridad. Por un lado, las luces: una pasión por lo público, su desenvoltura, su estar como si estuviese en su casa, nadando como pez en el agua. Su generosidad y su bien vestida desfachatez, en su mejor sentido. Creo que ella acudió a la política porque le permitía desarrollar su personalidad, sus ideas, sus instintos, sus ambiciones o sus afanes. Sin embargo, como luego podrán deducir por lo que leerán, es muy posible que la política no sea el mejor lugar para que ese desarrollo se vea coronado como ella anhela. Es posible que el lugar en donde está la corona de Esperanza todavía esté por descubrir.
También están las sombras. Las trae en su linaje, tanto en el que le viene congénito como en el que le viene por su consorte. Este linaje le pone unas condiciones, mucho más que la política y mucho más que el partido. En realidad, no es ni la política ni el partido, y ni tan sólo sus popes, tan duros de roer, aunque no tanto como ella. La cuestión es que hay en Esperanza una obligación de fondo que la limita, un código, el mismo que se refleja en su enfermedad, en Rajoy, en Ruiz Gallardón, en Ignacio González, etcétera. Ese código es muy poliédrico, con tantos lados como intereses hay en ella. Ello quiere decir que lo que lo que hemos visto de ella, su ambición, soltura y desparpajo para mover hilos, es sólo una porción, la punta del iceberg. Sin embargo, no hemos visto su tedio hacia la política y hacia los políticos, cosa que venía con ella incluso de antes de que tomara relevancia. Esperanza ha utilitzado la política aún detestándola. Esta ambivalencia tiene un precio. Sin embargo, y lo veremos en un par de años, Esperanza adoptará otra plataforma bien distinta para expresar lo mejor del linaje.
Argumentación astrológica:
A parte del gran dragón que le viene encima, el formado por la cuadratura Urano-Plutón, a la que se unirá Júpiter en el 2013, vemos que en su Carta tiene, entre otras cosas, a Júpiter natal, al cual se le ve en su rumboso desparpajo social; a Urano, el que la ata al linaje y al tributo que ello supone; a Saturno, el que representa su fin último, que no es otro que el de cumplir con un compromiso que es anterior a cualquier otro y que tiene relación con el conocimiento de las debilidades y limitaciones propias a partir de las torpezas ajenas.
Con ello quiero decir que los motivos de su marcha no los podremos conocer ahora, y ni tan sólo ella, hasta que no pase un tiempo.
También tengo claro que si Esperanza hubiera tenido un origen humilde, no hubiera dimitido. Se marcha para proteger el linaje. Hasta es posible que la enfermedad, si fuera este el motivo más fuerte, sea una forma de protección. Lo que no se hace con la voluntad, se hace con la obligación.
Sin embargo, y aquí está la cosa, a Esperanza le espera ser coronada con el premio más importante. Lo veremos, seguro.
Para acabar, y además de lo dicho, se ve en su Carta el mismo aspecto de cuadratura entre Saturno y Urano que hay en la Carta de la restauración borbónica. Ese aspecto representa el cisma entre las dos Españas: Castilla y sus colonias. La innovación y la tradición dándose de bofetadas.
Curioso, ¿no? ¿Será que hay una Esperanza Aguirre tradicional y una Esperanza Aguirre innovadora que se abofetean sin parar?
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