La agenda roja: 2015-2017 (1)
En relación al proceso independentista que vivimos en Catalunya, llevo unos cuantos escritos en los que trato de atisbar las posibilidades al respecto. Si se tratara de un cliente concreto y no de un proyecto colectivo, le diría que estamos ante una etapa excepcional que no puede dejar sin aprovechar. También le diría que no se quedara fijado a unas formas concretas y únicas, sino que elaborara un plan B, además del A que trae consigo. Vamos, que no se lo juegue todo a una carta. Es decir, que si el propósito está bien planteado, y si la persona tiene la actitud alineada con lo que se propone, se debe estar preparado para llegar al éxito a través de varias vías. Sin embargo, como no estamos ante un cliente concreto sino ante un hecho complejo, transversal y multitudinario, la estrategia no puede ceñirse a una mera dialéctica entre si el plan A es mejor que el B (o viceversa).
En relación a lo que llevo escrito sobre el tema, mi idea es que todo lo que podía yo decir ya está dicho. Sin embargo, como veo que queda algo de tinta voy a aprovechar para tomar un riesgo. Voy a ello.
El futuro es una construcción colectiva.
En uno de esos artículos comenté que el proceso catalán no se inicia en el 2010, año de la sentencia adversa del Tribunal Constitucional. Arranca desde hace mucho más tiempo. Sin embargo, como me quiero ceñir a la fase actual les diré que el detonante se ubica en los años 80. En esa década está aún coleando la crisis del sector textil, que fue el pilar de la economía catalana durante muchas décadas. El empresariado de aquel entonces quedó marcado por dicha crisis. La generación que vino a continuación, habiéndose curado en salud, decide internacionalizarse, lo cual ha dado lugar a que el cliente prioritario de las empresas catalanas ya no sea español sino internacional, lo cual libera de cierta relación clientelar monocolor. Sin embargo, la primera señal facilitadora del actual proceso habría que situarla en el momento en que Barcelona es nominada sede olímpica, lo cual sitúa a la ciudad en el ojo de mira internacional, que es justamente lo que el empresariado local necesitaba. El protagonista de aquel momento fue Joan Antoni Samaranch, falangista y nada sospechoso de ser independentista. Sin embargo, como considero que el futuro es una construcción colectiva, diré que todos han colaborado y colaboran en lo que tenga que venir. Es decir, las actitudes, los aciertos, los fallos, todos y todo, vivos y muertos, colaboran, con o sin intención, en que algo ocurra. El futuro será lo que tenga que ser porque el presente es la junta de choque entre lo que hubo, hay y habrá.
Del resultado del actual proceso, habrá quienes ganarán y habrá quienes perderán. Y habrá quien habrá ganado de todas las maneras, y tanto da que el resultado sea A, B o C. Me refiero, pues, a quien sepa adaptarse mejor al baile... y especialmente aquel que baila sin ser visto. Sin embargo, habrá quien perezca en el intento, pues el nivel de riesgo que corre es el más alto.
Lo que quiero decir con ello es que muchas personas (e incluso partidos políticos) habrán muerto o desaparecido de escena de aquí a unos pocos años.
Dejo para una segunda parte las fechas concretas que van a ser más significativas.
En relación al proceso independentista que vivimos en Catalunya, llevo unos cuantos escritos en los que trato de atisbar las posibilidades al respecto. Si se tratara de un cliente concreto y no de un proyecto colectivo, le diría que estamos ante una etapa excepcional que no puede dejar sin aprovechar. También le diría que no se quedara fijado a unas formas concretas y únicas, sino que elaborara un plan B, además del A que trae consigo. Vamos, que no se lo juegue todo a una carta. Es decir, que si el propósito está bien planteado, y si la persona tiene la actitud alineada con lo que se propone, se debe estar preparado para llegar al éxito a través de varias vías. Sin embargo, como no estamos ante un cliente concreto sino ante un hecho complejo, transversal y multitudinario, la estrategia no puede ceñirse a una mera dialéctica entre si el plan A es mejor que el B (o viceversa).
En relación a lo que llevo escrito sobre el tema, mi idea es que todo lo que podía yo decir ya está dicho. Sin embargo, como veo que queda algo de tinta voy a aprovechar para tomar un riesgo. Voy a ello.
El futuro es una construcción colectiva.
En uno de esos artículos comenté que el proceso catalán no se inicia en el 2010, año de la sentencia adversa del Tribunal Constitucional. Arranca desde hace mucho más tiempo. Sin embargo, como me quiero ceñir a la fase actual les diré que el detonante se ubica en los años 80. En esa década está aún coleando la crisis del sector textil, que fue el pilar de la economía catalana durante muchas décadas. El empresariado de aquel entonces quedó marcado por dicha crisis. La generación que vino a continuación, habiéndose curado en salud, decide internacionalizarse, lo cual ha dado lugar a que el cliente prioritario de las empresas catalanas ya no sea español sino internacional, lo cual libera de cierta relación clientelar monocolor. Sin embargo, la primera señal facilitadora del actual proceso habría que situarla en el momento en que Barcelona es nominada sede olímpica, lo cual sitúa a la ciudad en el ojo de mira internacional, que es justamente lo que el empresariado local necesitaba. El protagonista de aquel momento fue Joan Antoni Samaranch, falangista y nada sospechoso de ser independentista. Sin embargo, como considero que el futuro es una construcción colectiva, diré que todos han colaborado y colaboran en lo que tenga que venir. Es decir, las actitudes, los aciertos, los fallos, todos y todo, vivos y muertos, colaboran, con o sin intención, en que algo ocurra. El futuro será lo que tenga que ser porque el presente es la junta de choque entre lo que hubo, hay y habrá.
Del resultado del actual proceso, habrá quienes ganarán y habrá quienes perderán. Y habrá quien habrá ganado de todas las maneras, y tanto da que el resultado sea A, B o C. Me refiero, pues, a quien sepa adaptarse mejor al baile... y especialmente aquel que baila sin ser visto. Sin embargo, habrá quien perezca en el intento, pues el nivel de riesgo que corre es el más alto.
Lo que quiero decir con ello es que muchas personas (e incluso partidos políticos) habrán muerto o desaparecido de escena de aquí a unos pocos años.
Dejo para una segunda parte las fechas concretas que van a ser más significativas.
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