El proyecto soberanista, el auge de la neo-burguesía y la
muerte del estado.
Sigo con mi cliente. A resultas de la exposición primera, y de acuerdo con los propósitos expresados por él, le planteo los beneficios que
puede generar el auge del soberanismo en Catalunya. Es decir, hago una re-pregunta. ¿qué puede
pasar si el intento acaba en nada? Mejor todavía,
y al margen del resultado final, ¿cómo capitalizar el movimiento que se
ha estado generando para obtener una serie de ventajas que de otra manera
hubieran sido imposibles de conseguir?
¿Qué puede pasar a partir de ahora? He aquí algunas alternativas:
a.- El proceso que se encamina a la independencia busca que
Catalunya se dote de instituciones de Estado. Ello llevará a España
a tener que reinventarse, ya sea por la crisis identitaria que ello le generará, ya sea porque su economía se verá condicionada
seriamente por el hecho de que Catalunya llegue a ser independiente.
b.- Puede pasar que el proceso entre en crisis debido a una
oferta por parte del gobierno consistente en ofrecer a Catalunya los poderes
que tendría siendo independiente pero
sin ser independiente. Ello llevaría
a dar media vuelta a sectores de una élite
influyente que se han proclamado independentistas de última
hora. Esta élite
infuyente, que está a
resguardo de la mirada pública,
pues no está en la
arena política, vería bien la oferta, pues no les lleva a
poner en peligro sus privilegios de clase, al tiempo que se mantienen en su zona
cómoda. Sin embargo, para esta elite,
la cuestión está en cómo
enterrar a los muertos de entre su clase que sí se
han comprometido públicamente
con el soberanismo.
En cualquier caso, la opción
b, tanto como la a, requerirá que
España tenga que reinventar su
economía y su modus vivendi, lo
cual puede darle un soponcio a más
de uno.
Tanto la opción
a como la opción b
conllevarán ambas que determinados
actores sean expulsados de escena. Lo que cambia es que pueden ser unos o
pueden ser otros en función de si
lo que triunfa es a o b.
Por otro lado, la opción
b conllevaría que el
gobierno central ha de comportarse fiel a los acuerdos a que se pueda llegar,
lo cual dista mucho del modo de proceder habitual. Realmente, la opción b no es de fiar. La opción b podría
funcionar en otro país, pero
no en España.
Más
opciones:
c.- Se convoca un referendum legal y el resultado no es el
esperado, aunque con esperanzas de remontarlo más
adelante. Algo así como lo
que ocurrió en el
caso escocés. De
ser así, esta opción podría
generar una desmoralización entre
los miles y miles de personas que han puesto sus emociones en juego, que es
como decir que después de una
guerra viene una posguerra (al menos, en cuanto a estados de ánimo). También puede ocurrir que la moral no decaiga
y el movimiento soberanista se regenere y se mantenga en pie, a la espera de
que el gobierno cometa algún incumplimiento,
tal y como está
sucediendo con Cameron.
Esta opción,
a diferencia de a o b, puede generar que los defensores de las opciones en liza
sigan incólumes en sus propósitos. Sin embargo, seguir con ello
es exponerse al cansancio y a la deserción
por parte del sector más debil.
También podría ocurrir que se impidiera la
celebración de un referendum, y más habiendo una mayoría parlamentaria clara, cosa que pondría al sector inmovilista en el ojo de
la opinión pública europea.
Otra cosa que podría
ocurrir es que se convocara el referendum, se ganara y la ejecución del resultado fuera impedida o
boicoteada. Tal cosa llevaría
a establecer alianzas con minorías
europeas, como, por ejemplo, la escocesa, para establecer acciones conjuntas
que alertaran de la baja calidad de las democracias nacionales.
Relacionado con esta opción
está la posibilidad de que se
orqueste una campaña contra
el proceso soberanista por parte de sectores de la banca, por ejemplo, la de
estos días, de las empresas, etcétera. Esta ofensiva llevará a que desde sectores independentistas
se planteen respuestas más
atrevidas. Esto puede dar lugar a una guerra que irá arrastrando
a más sectores, lo cual puede
hacer que el asunto trascienda en el exterior de una forma que llamará la atención.
Esta opción
pondría en evidencia que el
presupuesto inicial en el que se ampara el soberanismo se ha quedado corto y
hay que plantear una revolución
más profunda, amplia e internacional.
Algo así como una Revolución Francesa multilocalizada. Es decir,
el auge de una nueva élite
que, como en 1789, empezó a
proclamar el fin del absolutismo y del antiguo régimen.
En este caso, ampliando el presupuesto de partida, y salvando la diferencia de
formas, el antiguo régimen es
el viejo estado-nación
-amparado por el sector inmovilista de la gran banca-, el cual va a ir cediendo
su influencia ante la Europa de las regiones que ha de acabar de emerger y que
está siendo apoyado ya por un
sector bancario emergente. Por lo tanto, estamos hablando de una situación pre-revolucionaria a escala global.
La fecha en que estos hechos podrían hacerse más obvios se podría
situar en torno al año 2023.
Curiosamente, las recientes declaraciones de los banqueros
pone a las claras la existencia de ese estado absolutista que recuerda al
antiguo régimen.
Volviendo a la situación
local, otras opciones:
d.- ya que hablamos de guerra (metafórica) -hay que tener este hecho en
cuenta-, debo decir que también
habrá posguerra. Y tanto da que
el resultado sea independencia como que no lo sea. En cualquier caso, las
consecuencias del conflicto perdurarán
durante más tiempo de lo que el
conflicto dure per se. Me estoy refiriendo a un término
que nos llevaría hasta
el 2038 con secuelas, incluso con independencia conseguida legalmente.
Es decir, tanto si hay referendum como si no lo hay, como
si hay una declaración
unilateral de independencia, como si no hay nada de nada, habrá una posguerra. El asunto es si el
gobierno central proseguirá con sus afanes recentralizadores hasta aniquilar el estado
de autonomías, que
es lo que desde la época de
Aznar se viene haciendo.
¿Por qué duran tanto los conflictos?
La acción
de los políticos, postergando
la solución de los problemas, causa
daños irreversibles. Es decir, pensando
en las consecuencias futuras, no es lo mismo la resolución pronta y audaz de un conflicto que
una reacción tardía, o a destiempo, y después de haber estado apretando las
tuercas para nada.
Es en estos casos en los que se ve a qué atienden los políticos: si a proteger su poltrona, a
costa de vivir de la eternización
de los problemas que no resuelven, o si a facilitar soluciones con visión de futuro que favorezca a los pueblos.
Otro escenario, otra opción:
e.- la tensión
generada por quienes no quieren mover nada y por quienes arriesgan su imágen pública
en pro del soberanismo está facilitando
la entrada de otros actores en escena, los cuales acechan como buitres carroñeros,
ya sea de carne de soberanistas o de inmovilistas. Es decir, hacen crítica de lo que otros hacen mientras
ellos se mantienen parapetados en una neutralidad sin riesgo. Viven de lo que
otros arriesgan y ya les va bien así, por más que digan que lo de los demás es un
disparate.
Seguramente hay más
opciones. Y también es
posible que lo que ocurra no esté recogido
por ninguna de las hipótesis
que acabo de expresar. Lo que vaya viniendo, especialmente a partir de
noviembre y hasta bien entrado el 2017, será debido
a una concurrencia de factores, algunos de ellos imprevisibles, sorprendentes,
de esos que por inusitados nadie puede haber imaginado. Las encuestas de
intención de voto que tanto
proliferan estos días
pueden quedarse obsoletas a la que un acontecimiento chocante y no previsto se
produzca.
Y para acabarlo de adobar, lo intuyo, este asunto no es
algo que afecte a lo local únicamente. Se avecina la muerte del estado-nación
y surge el estado-cluster. Para ello harán falta
detonantes, alguno de los cuales ya se está dando. Es
decir, macro-regiones o mega-clusters, una forma de hibridación
entre lo público
y lo privado, entre empresas e instituciones. Aunque, si lo miramos bien, ya
está
funcionando entre bambalinas. Este asunto de los clusters lo he tratado en este
blog relacionándolo
con la gran conjunción entre Urano y Neptuno, que es la que sirve para poner la
alfombra a un nuevo paradigma de cooperación-competividad
entre lo que aún
está
en manos del estado y lo que ya está en potestad de las empresas. Pronto veremos funcionar una
idea nueva de gobernanza, la cual tendrá muchos
parecidos a la estructura de los estados feudales de la edad media. En
realidad, como ya se pueden imaginar, vamos a ella, a una nueva edad media, al
menos en las fases iniciales de ese nuevo paradigma, con una neo-burguesía
pujante que aprovechará los descuidos de la burguesía
heredada del paradigma generado por la Revolución
Francesa y por la división de poderes.
Intuyo, pues, que de lo que he tratado va de eso, de un
cambio mayor que empezará a activarse a partir de cambios pequeños,
de los cuales veremos su verdadero significado según pase
el tiempo. El periodo de tiempo en que este surgimiento va a tener lugar será
el que da título
a esta parte 5 de La agenda roja.
En próximos artículos trataré de cómo el ciclo neoliberal (1982-2020) ha servido para
matar al estado. En concreto, estos artículos están insertos dentro de la serie “La Conspiración de Libra”, cuyas partes publicadas están disponibles en este blog.
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