lunes, 27 de mayo de 2013

Estupidez política

 


En sus promesas, un político debería hacerse responsable de las consecuencias que va a causar si no las cumple, y más si lo sabe a priori. Es decir, de la erosión que va a generar. Un político, visto así, no debería estar exento de la deriva de su propia estupidez, pues con el incumplimiento de esas promesas pierde del pueblo la confianza y la credibilidad presente y futura, no sólo de él sino de quien le suceda. Sólo hay una excepción a ello: la desmemoria y la estupidez del pueblo que sigue confiando en alguien que le engaña sistemáticamente. En este caso, las estupideces respectivas, las del pueblo y las del político, se alían para construir un mundo peor. Y lo malo del asunto es todo ello también puede suceder en las empresas y en las familias, cuando alguien engaña, abusa o traiciona la confianza que otros han depositado en él.

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