El arte de reirse hoy de los propósitos que uno dijo defender ayer.
Empiezo
preguntándome lo siguiente:
¿Puede la casquivanía llevarnos a alguna forma de trascendencia; o más bien es que la casquivanía es la consecuencia de un anhelo frustrado de ello?
¿Puede que el casquivano sea en
realidad un cínico enmascarado, acaso
frustrado por el ideal que no es capaz de encarnar congruentemente?
Y prosigo...
Una persona,
ante un propósito de corte idealista, y más aún cuando es planteado ante la
vista de los demás, puede ser coherente durante un tiempo, de tal manera que su actitud
parece estar bien alineada con lo que dice defender. Sin embargo, podría ocurrir que no hubiera
previsto que el desenlace del asunto requiriera de una prolongación indefinida en el tiempo, o que
no se sintiera con la solidez suficiente como para proseguir con el empeño de manera incondicional y
abnegada. A partir de este punto, alguna de estas tres cosas son posibles:
- que la persona reconozca que necesita regenerar su empeño.
- que reconozca su fracaso con humildad.
- que frivolice, se burle y se ría de aquel propósito -y de quienes siguen en él-, como diciendo que no valía la pena el empeño; y hasta es posible que señale a los demás como causa de la decepción por el logro no conseguido, acaso como
forma de tapar su propia incompetencia o falta de generosidad.
¿Se acuerdan del cuento de la zorra y las uvas?
Pues bien,
esta actitud, tal y como veo los asuntos políticos y sociales, puede tener
lugar en breve, si no es que lo está ya. Aunque bien pensado, la historia está
llena de renuncias
y fracasos no reconocidos.
Ah, y habría otra consistente en no
proseguir con el empeño cuando uno empieza a ver que no tendrá el protagonismo al que aspiraba,
especialmente cuando el proyecto en cuestión requiere de un compromiso de
trabajo intenso en equipo.
Aquí veríamos hasta qué
punto quien dice
luchar por una causa noble es verdaderamente altruista, porque si de lo que se
trata es de ponerse medallas no nos es de extrañar que la persona se rebele
contra sus propios propósitos, frivolizando a posteriori sobre la poca categoría de los mismos e, incluso,
cargando tintas contra el equipo que sigue con el proyecto puesto en pie.
En el país de Sagitario al que llaman
España, cuando
una frustración no es reconocida se le busca un alivio mediante el lanzamiento de piedras sobre un chivo expiatorio.
Para cerrar este artículo
les paso un enlace a una entrevista a Alfons López Tena, la cual me está dando
mucho que pensar en relación
a ello. Percibo en las palabras de Alfons un aviso a tener en cuenta.
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