El gran sacrificado en la sociedad individualista es el individuo.
La sociedad individualista, como si fuera un monstruo come mentes, secuestró la individualidad al individuo hasta dejarlo sin otro referente que lo que ella le dicta en cada momento.
La sociedad individualista, como si fuera un monstruo come mentes, secuestró la individualidad al individuo hasta dejarlo sin otro referente que lo que ella le dicta en cada momento.
Los años de Ajoblanco y el retorno del activismo.
Proyectado en el CCCB, en el festival de documentales DocsBarcelona, recién acabo de ver el documental dedicado a Ajoblanco. Me supo a poco. Aún así, las vivencias e ideas expuestas me dieron sustancia para reflexionar acerca de aquellos años y de la deriva que adquirió nuestro mundo a partir de la década siguiente.
Como bien dice Pepe Ribas, aquellos años, los 70, fueron los años del Nosotros, del activismo. Se nos planteaba una ocasión de oro para cambiar. Luego, en la década siguiente, pasó lo que pasó. El Yo creció -o lo hicieron crecer, como si estuviéramos en una granja de patos- y se adueñó del Nosotros. Eran los tiempos del desencanto, de los gobiernos de Felipe González, de Ronald Reagan, de Margaret Thatcher, del modelo neoliberal, el cual ya se estaba gestando en la sombra desde hacía tiempo.
Modelo neoliberal y fuga hacia la terapia; o, más bien, rapto hacia lo terapéutico.
A partir de los 80 se ve a las claras que el paradigma del cambio ya no es el Nosotros -la solidaridad y la construcción colectiva de un mundo mejor- sino el Yo. Y el Yo compite, sin darse cuenta, contra sí mismo, en un régimen de autoexplotación que aniquila cualquier traza del Nosotros. Es decir, el culto al Yo es el antídoto de la posibilidad del cambio que sólo el Nosotros podía hacer posible. Total, que a partir de esos años, los 80, al Yo se le dice que si quieres que haya un cambio debes empezar por ti mismo, algo que resulta ser un anatema, pues el Yo es un neurótico que, a la que le das de comer, se vuelve estéril para cualquier tipo de cambio. El Yo lleva a una esclerosis del Nosotros. El caso es, como digo, que a partir de los 80 la necesidad de cambio y mejora fue raptada por el crédito bancario y por el auge de lo terapéutico. O dicho de otro modo, el activismo naciente de los 60 y 70 fue secuestrado por la banca, la burocracia política y por la terapia. Es decir, las personas, imbuidas de una idea que las hacía responsables de los desaguisados del sistema, fueron arrojadas hacia el mundo de la terapia.
Es decir, la energía que nos llevaba al activismo colectivo fue conducida hacia lo terapéutico, hacia la enfermedad de lo individual. Luego, como hemos visto, el sistema entra en una crisis descomunal y vemos que con la terapia no es suficiente. Hay que pasar del Yo al Nosotros.
El retorno de Ajoblanco.
Se plantea un retorno a Ajoblanco, o mejor dicho, al espíritu ajoblanquista, que no es sólo una reivindicación de lo libertario sino, creo yo, a algo más. Esperemos, y ya vamos viendo, que se produzca un retorno al activismo, aunque sospecho que ya hay quien está aprovechando la energía indignada de las personas para conducirlas a un nuevo redil. De momento, yo, aquí y ahora, os recomiendo una visita a la página de Ajoblanco, en la que hay expuestos unos videos de las Jornadas Ajoblanquistas celebradas en Madrid. No tienen desperdicio, como podrán comprobar.
Y me pregunto yo ahora: ¿para cuándo unas Jornadas Ajoblanquistas en Barcelona, la ciudad que vio nacer al primer Ajoblanco?
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