Mercurio y la envidia.
I.- Quien siente envidia es porque supone que el envidiado es feliz o, cuanto menos, está mejor que el envidioso. Sin embargo, ay, si lo conociera de veras comprobaría que no hay motivo para la envidia sino, acaso, para la compasión. Por otro lado, es posible que el envidioso resulte ser alguien que no ha encontrado su lugar en la vida y que se vea apresado por una alucinación que le hace ver que los demás sí lo han logrado y son felices. En realidad nada de eso es cierto. Nadie lo logra de veras desde la voluntad, pues es la naturaleza quien lo hace. Así, pues, el envidioso impide que la naturaleza opere la transformación que hará posible situarse en un mejor lugar.
Una primera conclusión es que el envidioso, acaso por su congoja, no ha encontrado el contexto en el que pueda sentirse feliz y contento. Así, pues, no será la envidia la que le facilite el camino sino la compasión y la empatía. El enemigo interior sería la comodidad de seguir sufriendo.
II.- Entonces, pues, podríamos decir que el envidioso tiene una falta de relación con la realidad. Es por eso que percibe la vida con un parámetro que la convierte en injusta sistemáticamente.
En realidad, el envidioso cataloga la realidad de forma desfavorable para sí mismo. Debido a ello, no es de extrañar que perciba más lo favorable encarnado en los demás que en sí mismo.
Otra conclusión derivada de este punto es que el envidioso ha recibido una información deficiente. Acaso, también, una mala alimentación en todos los sentidos. Una falta de buen contacto afectivo, en definitiva.
III.- El asunto de la envidia proviene de otra emoción anterior: la falta de comunicación familiar, la falta de incondicionalidad... en un ambiente primigenio en que las personas han sido vistas por lo que tienen, o parece que tienen, y no por lo que son en esencia.
Por otro lado, al envidioso puede sobrecompensar y maquillar su envidia con la empatía, a menudo sentida hacia personas que no la necesitan, hasta convertirse en un impostor. El envidioso proclama su compasión como forma de camuflar un sentimiento de agravio comparativo primigenio.
IV.- El envidioso siente envidia del envidiado, acaso porque éste representa el eslabón perdido entre uno mismo y aquella felicidad prometida que acabó siendo robada o escatimada por otros.
El envidioso atribuye al envidiado la causa de su falta de conexión con aquel abrazo amoroso primigenio que nunca fue suficiente, o que quedó interrumpido por intrusos, dejando una herida remanente llamada envidia.
V.- Retomando lo que decía al principio, la envidia es una falta de compasión y de aceptación del otro. Y no sólo eso sino, más aún, el envidioso es alguien que no quiere quererse.
VI.- El quid de la cuestión del envidioso es un deficit de participación en los movimientos del amor. Es posible que haya un sentimiento de exclusión o de interrupción en relación al abrazo amoroso. En la vida adulta de aquel niño, que a día de hoy aún niega su lugar en el mundo envidiando el de los demás, tiende a escoger compañeros de viaje con quienes va a seguir reproduciendo aquel abandono o sentimiento de exclusión, mariposeando con nuevos vínculos idealizados, acaso porque no se fía de que ninguno de ellos satisfaga, o bien esperando a ser abandonado para así armarse de más argumentos acerca de lo injusta que es la vida.
Así, pues, desconfiando de la permanencia del abrazo, se acaba fomentando el bucle de la envidia y, por tanto, abonando la desconexión con la fuente incondicional del amor.
VII.- Hay dos rasgos que algunos envidiosos muestran, según sus condicionantes culturales:
a.- Creen en teorías de la conspiración, especialmente en aquellos temas que afectan a sus intereses o aspiraciones personales, osen o no osen reconocerlas. En realidad, el envidioso es alguien con una ambición difícil de reconocer, tras un halo de victimismo al que dan de comer a la más mínima.
b.- Creen que otras personas ejercitan el mal de ojo contra ellas por cualquier motivo.
VII.- Hay dos rasgos que algunos envidiosos muestran, según sus condicionantes culturales:
a.- Creen en teorías de la conspiración, especialmente en aquellos temas que afectan a sus intereses o aspiraciones personales, osen o no osen reconocerlas. En realidad, el envidioso es alguien con una ambición difícil de reconocer, tras un halo de victimismo al que dan de comer a la más mínima.
b.- Creen que otras personas ejercitan el mal de ojo contra ellas por cualquier motivo.
3 comentarios:
La verdad que da para mucho que reflexionar y compartir, mi país México es una tierra donde esa envidia prospera, supongo por ese pasado generalizado de disfunciones familiares, agregando el extravío de los individuos.
Gracias por su sabiduría.
toda envidia empieza en familia y luego prolifera por la sociedad entera...
gracias mil !!
Muy cierta información! Te suscribo!
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