Javier Sardá como ejemplo.
Me puse ante el televisor para ver y escuchar una intervención de Javier Sardá en el programa de Jordi González -El gran debate-. De Javier conservo el mejor de los recuerdos de su época en la radio. Luego, cuando empezó a despuntar en la tele, en concreto en "Moros y cristianos" y en "Crónicas marcianas", fui dándome más cuenta de su refinada inteligencia, sólo que esta vez se iba mostrando crecientemente maquiavélica. No es un fenómeno nuevo que alguien con aguda inteligencia desiste un día de compartirla y utilizarla sólo para sus fines de negocio particulares. No hablo sólo de la corrupción política que arrasa, que también, sino de casos de personas con inteligencia excepcional demostrada. No me meto, pues, con aquellos que utilizan la astucia porque no saben cómo utilizar su inteligencia en bien de la comunidad. Hablo, más bien, de personas que han mostrado un nivel de sensibilidad ante problemáticas colectivas pero que luego revierten su inteligencia en astucia sólo dirigida a la mejora de sus negocios. Y este es el caso.
También me enojé muy mucho con ciertas intervenciones del ex-ministro Josep Piqué, por la inteligencia que desprende pero que, por razones en las que no entraré por obvias, se decanta por la astucia pura y dura únicamente orientada hacia la glorificación de su carrera profesional.
El caso es que escucho la intervención de Javier Sardá en el susodicho programa y no veo aportación alguna. Por lo visto, ha decidido reinventarse y ha pasado de periodista a tertuliano, sólo que la reinvención ha degenerado en vacío absoluto. No es capaz de aportar nada, no ya a la comunidad sino a una mera conversación. Se pasó toda ella escaqueándose de toda respuesta con cara y ojos. Javier es bueno como preguntador; y muy malo, en cambio, como respondedor o aportador de mensaje congruente.
Y no es que no pueda, es que no quiere. Y punto.
A continuación dejo inserta una intervención suya en el programa de Buenafuente que ilustra muy bien esto que digo. El de Javier, y es un ejemplo, es un dejarse ir por la distracción fácil hecha con inteligencia para mantener la superficialidad que piden las audiencias. Además, para chupar cámara y no perder rueda mediática.
En definitiva, lo que a Javier le está perdiendo es su propia
Nota:
El mapa natal de Javier Sardá es orientativo. Desconozco la hora de nacimiento. La que aquí he utilizado es la que le cuadra más.
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