¿Son los partidos políticos estructuras paranoides que sospechan hasta de su propia sombra?
Llevo estudiando los perfiles políticos de los partidos desde una perspectiva astrohistórica. Para ello, recuperé una idea básica: cada organización funciona de acuerdo a su mito o impronta fundacional. Lo cual quiere decir que la cualidad del momento en que surge un partido político lo va acompañando a lo largo de su historia. Estamos hablando, pues, de un linaje transgeneracional.
Por tanto, pues, las cualidades de una organización están representadas en el mapa astral del momento de su fundación.
A partir de esta idea, paso a sugerirles una curiosa relación que afecta a determinados partidos políticos catalanes:
ERC, de signo Piscis, fue fundada en 1931. Fue el suyo un éxito fulgurante en su momento, pues recibió votos de sectores sociales muy diversos. El 23 de julio de 1936 fue fundado el PSUC, bajo el signo de Leo. Este partido atrajo gran cantidad de votos que hasta ese momento habían sido favorables a ERC. Es posible que este hecho, junto a otros factores, haya contribuido a la enemistad que ambas formaciones han estado manteniendo durante décadas. Y la cosa no acaba aquí.
El PSUC se recicla y se convierte en Iniciativa per Catalunya (IC) en 1987, bajo el signo de Piscis. Actualmente, IC forma parte de la materia prima que hoy es En Comú-Podem, de signo Escorpio. Es decir, En Comú-Podem es portador del linaje del PSUC. Me pregunto yo ahora si es posible que persista esa vieja enemistad, ahora reciclada y encarnada en los nietos y bisnietos respectivos. Sospecho que sí.
Por razones ideológicas obvias, la relación de En Comú-Podem con el sector social representado por CDC (ambas formaciones son nacidas bajo Escorpio) no es precisamente amistosa. De hecho, la pretensión de En Comú-Podem es ocupar el trono que ha ocupado CDC durante muchos años. Es decir, en la centralidad del catalanismo que ahora es soberanista. También, claro está, en detrimento del papel que le corresponde históricamente a ERC.
También me pregunto cómo será la relación de En Comú-Podem con la CUP, con ERC, con el futuro partido que emerja de lo que aún hoy es CDC, y con el PSC, suponiendo que este partido algún día optara por reivindicar el derecho a decidir y a la autodeterminación. Es decir, ¿se verán favorecidas las alianzas y las coaliciones; o bien nos mantendremos en la dinámica partidista del divide y vencerás, fiel reflejo de la paranoia que viene siendo habitual?
También, ¿distorsionará el afán de protagonismo de cada partido la acción política necesaria para que los cambios puedan producirse?
¿Para qué están los partidos: para articular causas ciudadanas o para perseguirse y pelearse entre ellos?
¿Para qué están los partidos: para articular causas ciudadanas o para perseguirse y pelearse entre ellos?
Otro dato curioso en ciernes:
el próximo 23 de julio se conmemorará el 80 aniversario de la fundación del PSUC. Ese mismo día, la directiva de CDC dará el paso definitivo para crear un nuevo partido -aunque días antes (8, 9, y 10 de julio) ya habrán decidido cuál va a ser el nuevo nombre-. Va a ser un día con fuerte carga simbólica.
Y la última:
En Comú-Podem va camino de convertirse en partido independiente, dejando de lado la asociación estratégica con Podemos. Habrá que ir viendo la evolución de la actitud y programa del futuro partido, especialmente cuando uno de sus argumentos es la preferencia por un referendum pactado con el Estado, y viendo que esa posibilidad queda cada vez más disipada y alejada según pasan los días. Suponiendo que optaran por decantarse hacia un proceso constituyente, ¿será la actitud de En Comú-Podem favorecedora de pactos, coaliciones y colaboraciones transversales, o seguiremos presenciando cómo la dinámica partidista (de todos los partidos) se impone hasta pervertir las ideas que dicen defenderse?
Y finalmente, dos anotaciones breves:
Los partidos también tienen ego. En consecuencia, también actúan de manera individualista. En los partidos, por otro lado, conviven, solapándose entre ellas, las ambiciones de las personas -que utilizan la organización como plataforma particular-, las del propio partido y las de la comunidad que dicen representar. No es de extrañar que el carácter de los partidos contenga rasgos paranoides, esquizoides, neuróticos, obsesivo-compulsivos, etcétera.
Y la ultimísima pregunta:
¿funcionan los partidos políticos (incluso, y aún más, los de izquierda) como élites extractivas del alma de sus seguidores, militantes y votantes?
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