La fabricación de la enfermedad (según Quirón).
Durante unos cuantos años me dediqué a profundizar acerca del comportamiento de Quirón en nuestras vidas. Una parte importante de ese trabajo fue poner en negro sobre blanco todo cuanto fue pasando por mi cabeza. Aprovecho ahora para agradecer a mis compañeros de Ptolomeo Mailing List, aliados incondicionales que formaron parte de aquel proceso. Sin sus comentarios, preguntas e inspiraciones fulgurantes no se me habría ocurrido que pudiera llegar a escribir un libro así.
El caso es que de ahí salió el libro Quirón: Viaje alrededor de un sentimiento herido, que escribí durante el 2000-2001 y que se publicó, por fin, más de diez años más tarde, gracias a Ágora de Ideas.
El caso es que tras su escritura y publicación empecé a hacer interpretaciones de las cartas de mis clientes únicamente con los 7 planetas tradicionales, aquellos con los que fue construida la tradición astrológica, el armazón del sistema que utilizamos todos.
Así, pues, sólo momentáneamente, dejé fuera a Urano, a Neptuno, a Plutón, a Lilith y, por supuesto, a Quirón. De esta manera procuré acercarme a lo que la persona puede gestionar por sí misma, puesto que los planetas lentos pueden ser tomados como delirios que la sociedad proyecta sobre los individuos. Dicho de otro modo, si nos centramos en los 7 planetas básicos percibiremos más claramente las posibilidades y limitaciones de las personas.
Sin embargo, a partir de mi interés por incorporar la homeopatía a los procesos de coaching y a la consulta astrológica, vuelvo redimensionar a Quirón, el cual da pistas muy claras acerca del sufrimiento que necesita ser aliviado y comprendido.
Quirón y la Astrología Médica.
Hasta que Quirón no fue descubierto, en 1977, los astrólogos que cultivaban el estudio de la medicina tomaban como determinador de las enfermedades crónicas a Saturno. Sin embargo, Quirón, un gran cronificador-agudizador, nos ayuda a entender cómo la limitación se retroalimenta , la retroalimentamos, con todos nuestros intentos por trascenderla. Sería bueno, pues, aspirar a una mejora dentro de lo posible. Si en lo referente a alcanzar mejor salud y bienestar nos diese por querer tratar o curar lo imposible, no sólo no mejoraríamos sino que empeoraríamos.
Es decir, no exigirle demasiado al proceso, al propósito, al hecho terapéutico en sí. O dicho de otro modo: curarse es posible, siempre y cuando no se le ocurra a uno pretender curarse de lo imposible.
La construcción social de la enfermedad.
Por otro lado, Quirón, el sanador, puede ser percibido como una transferencia que la sociedad enferma hace sobre los individuos, acusándolos a todos ellos de ser los causantes de su enfermedad. Antes de esta yoificación, lo patológico era debido a un castigo divino, a plagas, a virus, etc. Ello equivaldría a decir que, una vez caído el Antiguo Régimen y, después, las religiones e ideologías que servían de cojín mental colectivo, el desplazamiento de lo patológico derivó hacia el Yo individual como causante del fracaso de la sociedad, que es como decir que acabó haciendo resbalar la culpa ontológica cristiana a lo económico y a lo productivo. Ahora, como tantas veces se nos ha dicho, si uno no encuentra trabajo, o no es próspero y saludable, es por su culpa. Con lo cual, el Yo, ya de por si frágil, se vuelve neuróticamente más vulnerable todavía.
Durante unos cuantos años me dediqué a profundizar acerca del comportamiento de Quirón en nuestras vidas. Una parte importante de ese trabajo fue poner en negro sobre blanco todo cuanto fue pasando por mi cabeza. Aprovecho ahora para agradecer a mis compañeros de Ptolomeo Mailing List, aliados incondicionales que formaron parte de aquel proceso. Sin sus comentarios, preguntas e inspiraciones fulgurantes no se me habría ocurrido que pudiera llegar a escribir un libro así.
El caso es que de ahí salió el libro Quirón: Viaje alrededor de un sentimiento herido, que escribí durante el 2000-2001 y que se publicó, por fin, más de diez años más tarde, gracias a Ágora de Ideas.
El caso es que tras su escritura y publicación empecé a hacer interpretaciones de las cartas de mis clientes únicamente con los 7 planetas tradicionales, aquellos con los que fue construida la tradición astrológica, el armazón del sistema que utilizamos todos.
Así, pues, sólo momentáneamente, dejé fuera a Urano, a Neptuno, a Plutón, a Lilith y, por supuesto, a Quirón. De esta manera procuré acercarme a lo que la persona puede gestionar por sí misma, puesto que los planetas lentos pueden ser tomados como delirios que la sociedad proyecta sobre los individuos. Dicho de otro modo, si nos centramos en los 7 planetas básicos percibiremos más claramente las posibilidades y limitaciones de las personas.
Sin embargo, a partir de mi interés por incorporar la homeopatía a los procesos de coaching y a la consulta astrológica, vuelvo redimensionar a Quirón, el cual da pistas muy claras acerca del sufrimiento que necesita ser aliviado y comprendido.
Quirón y la Astrología Médica.
Hasta que Quirón no fue descubierto, en 1977, los astrólogos que cultivaban el estudio de la medicina tomaban como determinador de las enfermedades crónicas a Saturno. Sin embargo, Quirón, un gran cronificador-agudizador, nos ayuda a entender cómo la limitación se retroalimenta , la retroalimentamos, con todos nuestros intentos por trascenderla. Sería bueno, pues, aspirar a una mejora dentro de lo posible. Si en lo referente a alcanzar mejor salud y bienestar nos diese por querer tratar o curar lo imposible, no sólo no mejoraríamos sino que empeoraríamos.
Es decir, no exigirle demasiado al proceso, al propósito, al hecho terapéutico en sí. O dicho de otro modo: curarse es posible, siempre y cuando no se le ocurra a uno pretender curarse de lo imposible.
La construcción social de la enfermedad.
Por otro lado, Quirón, el sanador, puede ser percibido como una transferencia que la sociedad enferma hace sobre los individuos, acusándolos a todos ellos de ser los causantes de su enfermedad. Antes de esta yoificación, lo patológico era debido a un castigo divino, a plagas, a virus, etc. Ello equivaldría a decir que, una vez caído el Antiguo Régimen y, después, las religiones e ideologías que servían de cojín mental colectivo, el desplazamiento de lo patológico derivó hacia el Yo individual como causante del fracaso de la sociedad, que es como decir que acabó haciendo resbalar la culpa ontológica cristiana a lo económico y a lo productivo. Ahora, como tantas veces se nos ha dicho, si uno no encuentra trabajo, o no es próspero y saludable, es por su culpa. Con lo cual, el Yo, ya de por si frágil, se vuelve neuróticamente más vulnerable todavía.
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