Abandono emocional y madurez personal
x Jesús Gabriel
un astrólogo de Barcelona
Como si se tratara de un bautismo de agua helada, la primera experiencia de abandono o decepción experimentada por un niño es ciertamente necesaria para que la confianza ciega que hasta entonces tenía depositada en el mundo de los adultos caiga para dar lugar a una mirada más real. Sin embargo, esta caída puede resultar intolerable dependiendo del momento y circunstancias en que ocurrió. Cada niño puede experimentar de maneras muy distintas el abandono y sus consecuencias posteriores. Un mismo acontecimiento –el abandono, en este caso- es vivido de formas distintas según el niño. Con ello quiero decir que cada persona registra las experiencias de un modo muy particular y de acuerdo al guión en el que se sustenta su vida. Los hechos concretos actúan no tanto como causa sino como detonante de contenidos emocionales que necesitan ser vividos. Sin embargo, si esta experiencia ha resultado insoportable y continua interfiriendo en la vida emocional de una persona, puede dificultar una visión clara de las demandas espirituales contenidas en este guión, a la vez que perpetúa y da poder a las circunstancias externas -escudriñando la actitud de los demás o buscando la media naranja en la que confiar ciega e irracionalmente, por poner unos ejemplos-.
x Jesús Gabriel
un astrólogo de Barcelona
Como si se tratara de un bautismo de agua helada, la primera experiencia de abandono o decepción experimentada por un niño es ciertamente necesaria para que la confianza ciega que hasta entonces tenía depositada en el mundo de los adultos caiga para dar lugar a una mirada más real. Sin embargo, esta caída puede resultar intolerable dependiendo del momento y circunstancias en que ocurrió. Cada niño puede experimentar de maneras muy distintas el abandono y sus consecuencias posteriores. Un mismo acontecimiento –el abandono, en este caso- es vivido de formas distintas según el niño. Con ello quiero decir que cada persona registra las experiencias de un modo muy particular y de acuerdo al guión en el que se sustenta su vida. Los hechos concretos actúan no tanto como causa sino como detonante de contenidos emocionales que necesitan ser vividos. Sin embargo, si esta experiencia ha resultado insoportable y continua interfiriendo en la vida emocional de una persona, puede dificultar una visión clara de las demandas espirituales contenidas en este guión, a la vez que perpetúa y da poder a las circunstancias externas -escudriñando la actitud de los demás o buscando la media naranja en la que confiar ciega e irracionalmente, por poner unos ejemplos-.
Así,
pues, una persona que se haya sentido abandonada, y no le esté
resultando posible captar el sentido espiritual que ello tiene, atraerá
experiencias en las que se seguirá sintiendo abandonada. Este sentimiento, y hay que decirlo, puede ser disfrazado y alimentado en forma de demanda irracional de atención (histrionismo, histerismo, exigencia, asedio, mobbing emocional, etcétera), de anhelo por lo afectivamente imposible y de desprecio por lo que podría ser posible. En definitiva, la persona se niega a ser feliz, abonando así el terreno para todo tipo de abusos que tienen lugar por activa y por pasiva: ya sea porque la persona abandona a los seres que la quieren por abrazar a quien nunca le hará caso, por poner un ejemplo.
El abandono como experiencia iniciática.
El abandono como experiencia iniciática.
El
abandono puede ser tomado como una experiencia iniciática tan
impactante como la del propio nacimiento. De hecho, una elaboración del
trauma posibilitará un nuevo nacimiento.
El
sentimiento de abandono nos lo encontramos en la sociedad de mil y una
maneras como, por ejemplo, ahora, con la crisis financiera, el alto
nivel de paro y los casos de corrupción que nos asaltan. Lo que hasta
ahora parecía honorable, estable y seguro se nos muestra como el nido de
cocodrilos que en realidad ya era. Así, pues, el sentimiento de
abandono y decepción es necesario para la madurez personal y colectiva.
El abandono patológico.
Si
se ha cronificado y convertido en patológico, el abandono puede
erosionar la confianza en los demás, a la vez que idealiza el amor hasta
el punto de estar atrayendo nuevas experiencias dolorosas. La patología
del abandono puede provocar en las personas dos tipos de actitudes
sintomáticas:
a.- gran preocupación por los demás y generosidad compulsiva orientada a personas que no la necesitan ni la pueden aprovechar.
o bien
b.- obcecación romántica, obstinación emocional, avaricia, celos, desconfianza, hipersociabilidad superficial, ostracismo y demás conductas antisociales.
El
anhelo de pertenencia herido es el factor común a estas actitudes.
Según su magnitud, puede generar un pánico de exclusión que puede dar
lugar a un exilio emocional incluso habiendo apoyo emocional explícito
por parte de los demás.
Personas
muy independientes y emocionalmente desapegadas pueden haber sido niños
que se han sentido abandonados. Su reacción ha sido el ostracismo,
experimentado ahora como dificultad para comprometerse en relaciones
íntimas bajo la excusa de preservar la libertad. Derivadas de esta
actitud son la confusión, el donjuanismo –femenino y masculino-, la
promiscuidad sexual o lealtad hacia relaciones que hace tiempo no
existen –fidelidad a relaciones fantasma-.
Abandono emocional y descuidos cotidianos.
En
el escenario de la vida cotidiana podemos encontrar muestras de hasta
qué punto un sentimiento de abandono no superado puede estar
interfiriendo en nuestras rutinas, el manejo de las cuales puede
convertirse en un oráculo de nuestra psique y estado emocional. La ley
de atracción actúa de tal manera que aquellos nudos no desatados –el
abandono, por ejemplo- pasan a ser un modo más de la personalidad que
contamina lo que es genuino en el individuo provocando nuevos abandonos
tanto por activa como por pasiva.
Una
persona que se siente abandonada puede ser presa de ira, depresión,
tristeza, miedo o pereza. Si, no se extrañen: la pereza es una forma
sutil de autodefensa. Modernamente se la ha venido a llamar
procrastinación: el arte de abandonar o postergar asuntos, tareas,
relaciones, afectos y potenciales. Cualquiera de nosotros podría hacer
un abandonómetro o procrastinómetro hecho a base de las siguientes
preguntas: ¿cuántas excusas pone uno para no clarificar una situación
confusa o atascada? ¿cuántas tareas relacionadas con el hogar o con la
atención familiar están pendientes de ejecutarse? ¿cuántas excusas se
pone uno para no reconciliarse con una persona querida? ¿cuántas cosas
perjudiciales para la salud uno permite a sabiendas? ¿hasta qué punto
puede traicionarse el propio potencial, la creatividad y lo auténtico en
nombre de la seguridad, la comodidad o el miedo? ¿hasta qué punto puede
soportarse una relación insatisfactoria? ¿hasta qué punto se puede
estar negando la atracción que se experimenta por otra persona?
Etcétera. La inseguridad a la hora de asumir decisiones arriesgadas
puede ser una resonancia de esa vieja herida relacionada con el abandono
y que se manifiesta como un temor que quedarse sólo si uno contradice
los deseos de los demás.
Una variante sutil: la sobreprotección debilitadora.
Aunque
pueda tratarse como asunto independiente, una forma de abandono
encubierta es la sobreprotección que algunos niños experimentan y que en
la vida de adultos se manifestará con señales muy parecidas a las del
abandono. Un adulto que de niño fue sobreprotegido puede ser tan
aprensivo, temeroso y desconfiado como otro que fue abandonado. No
obstante, y puesto que a un niño no se le puede sobreproteger sin
aniquilar su libertad, el sentimiento y sus consecuencias son idénticas a
las del abandono. En realidad, la sobreprotección es una máscara del
abandono: es un secuestro en toda regla.
Así,
pues, tanto si el niño ha sido abandonado o sobreprotegido, el dolor,
la minusvalía y la falta de desenvoltura afectiva pueden ser calcadas.
El miedo a la libertad.
Dar
de comer a este dolor impide experimentar el verdadero miedo de fondo:
el miedo a la libertad. Al hacer del sentimiento de abandono un culto y
colocar el anhelo protector de los demás como prioritario, acabamos
reclamándoles irracionalmente un reconocimiento y nos convertimos en sus
esclavos (síndrome de Estocolmo). De este modo acabamos actuando en
detrimento de la propia dignidad y libertad.
Quirón y Lilith van de la mano.
Quienes deséen captar mejor la esencia de estos factores, pueden profundizar en sus claves psicológicas y astrológicas en los siguientes libros:
• Quirón. Viaje alrededor de un sentimiento herido.
• Lilith. El enfado interior.
Ambos están editados por Agora de Ideas.
Para mayor información relacionada con los temas aquí descritos, además de para leer otros artículos relacionados con estos libros, pueden acudir al blog de Agora de Ideas o ponerse en contacto con la editora via correo electrónico:
agoradeideas@gmail.com
Quirón y Lilith van de la mano.
Quienes deséen captar mejor la esencia de estos factores, pueden profundizar en sus claves psicológicas y astrológicas en los siguientes libros:
• Quirón. Viaje alrededor de un sentimiento herido.
• Lilith. El enfado interior.
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agoradeideas@gmail.com
1 comentario:
Gracias. Al leer su articulo veo que es un patrón que se da cada cierto tiempo en mi vida. Y Nunca termino de resolverlo...
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