Si uno dice de sí que es astrólogo está claro que debe hacer uso de mapas para desarrollar la función que se espera de él. Sin embargo, el astrólogo, para hacer su trabajo, se basa en su capacidad de escucha, crucial para poder entender las peticiones de sus clientes y alinear sus recursos para tal efecto. Lo que quiero decir es que no es un mero busto parlante que traduce mapas.
Como no es una máquina explicadora, porque para ello ya hay programas que interpretan, lo que distingue al astrólogo artesano es su capacidad para discernir. ¿Discernir, el qué?. BIen, vamos a ello.
El profesional de la ayuda escucha al cliente en su petición. No le debería interesar hacer proselitismo fácil en base a sus conocimientos privilegiados. Con ello quiero decir que el cliente, si no conoce a fondo las diferentes opciones que se pueden aplicar en la ayuda que espera obtener, basa su opción en algo que le parece fiable de acuerdo a lo que necesita plantear: un icono, una marca, el nombre de la cosa. Sin embargo, el cliente, influenciado por lo que supone y no sabe, puede querer ser ayudado más por una técnica que por una persona.
ES decir, lo que hace que la ayuda sea eficiente es la relación interpersonal. Sin embargo, repito, a menudo el cliente se dirige al profesional de acuerdo a la línea que se supone cultiva. Es decir, pasa por alto el motivo nuclear y se deja seducir por las categorías, clasificaciones y nombres de cosas.
Todo esto viene a colación del asunto de si para llevar eficientemente una consulta es necesario ir directamente a recitar un mapa astral. O dicho de otro modo: ¿es necesario ponerse de rodillas ante el cliente? ¿o es que no podemos contrariarle en lo más mínimo? ¿debemos ser obedientes y, si lo que nos pide es recitar una carta, recitarla sin cuestionar? ¿y si se pueden hacer las cosas de otra manera, acaso con más creatividad y más finamente ajustadas a la petición de fondo del cliente, aunque suponga utilizar herramientas insospechadas e imprevistas?
Les pongo un ejemplo:
Un cliente va al odontólogo. El odontólogo, que sabe mucho de dientes y encías, le recomienda hacer aquello y lo otro. Todo, obviamente, según la odontología invasiva convencional. Sin embargo, la boca forma parte de un sistema. ¿Por qué, por ejemplo, para el tema de encías, no se podría utilizar la acupuntura, dado que es un asunto sistémico? Está claro que el odontólogo, si no está en condiciones de ofrecer tratamiento con acupuntura, nunca aconsejará acudir a la medicina china. Otra cosa es que el profesional en cuestión sepa tanto de odontología, de medicina china y de homeopatía. Le puede decir al paciente que para su problema, y para no abusar de intervenciones invasivas, se haga un tratamiento estratégico en base a más de una técnica.
Esto era un ejemplo, acaso demasiado evidenciado.
Ahora paso a mi experiencia concreta:
Hace unos años tenía ante mi un cliente. Al iniciar la sesión le pregunté si los datos de los que disponía, con el mapa ya a la vista, eran los correctos. El caso es que había algún fallo en la fecha. Así, pues, aquella sesión no se podía realizar. Sin embargo, convenimos proseguir la conversación, despojándose él de la expectativa que traía y yo, también, de la responsabilidad. Es decir, desprogramamos la relación padre-hijo y la convertimos en hermano-hermano. El resultado fue una conversación muy creativa e inusitadamente esclarecedora, en la que se tocó todo lo que el cliente esperaba y necesitaba. Incluso más: como yo no tenía el mapa fue el cliente quien articuló el discurso que esperaba escuchar de mi. Luego, al acabar, y habiéndonos emplazado para otro día con la carta calculada adecuadamente, me di cuenta de que esa persona explicó en voz alta lo que venía a escuchar de mi. El caso es que cuando volvimos a encontrarnos, ya con el mapa correctamente calculado, la sesión no ofreció ninguna novedad remarcable.
Mi conclusión es que las personas no utilizamos todos nuestros recursos. Ni el astrólogo los utiliza, puesto que los fía a los conocimientos que cree tener de astrología; ni el cliente, que cree que el conocimiento le tiene que venir desde fuera, desde un sistema que se le antoje fiable.
Así, pues, mi forma de trabajar se inicia con una sesión sin mapa. Mi propósito ahí es que todo lo que se pueda clarificar se clarifique y, mejor que mejor, que no llegue a hacer falta la sesión con mapa. Y aunque ésta se conviniera llevar a efecto, el bagaje de la sesión anterior la hace más provechosa y sustancial.
El valor añadido de hacerlo de esta manera lo descubre el cliente, lo descubre en sí mismo, puesto que se encuentra con un marco en el que los recursos encuentran el marco adecuado para mostrarse y brillar.
Las personas no utilizamos nuestros recursos. Los hemos fiado a sistemas, marcas, categorías, iconos.
Si una persona insiste en que sea auxiliada por un icono, pues adelante, que lo sea. Sin embargo, propongo que antes de acudir a él probemos tratar de los asuntos de una manera creativa, como si se tratara de una lluvia de ideas que surge de la buena química natural. Luego, si es necesario, podremos utilizar el mapa con más y mejor terreno.
Cuando alguien me pide consulta, y le planteo todo esto que he explicado, me encuentro con dos tipos de respuesta:
- de quien lo acepta confiado.
- de quien no confía y quiere que la sesión sea con el mapa.
En este último caso, pregunto: ¿Qué la hace fiarse más de un mapa? ¿o es que no se fía de mi en absoluto?
Pienso y siento que la ayuda profesional entre personas es necesaria, siempre y cuando la confianza sea recíproca. Sin embargo, si una persona se obstina en que únicamente un mapa le puede dar la respuesta, sin haber conversado con la pausa necesaria, entiendo que es un capricho o un lujo. No lo es cuando una vez tenida la sesión inicial, sin mapa, se comprueba que, para las inquietudes expresadas por el cliente, es necesario contar con el mapa.
Por otro lado, la sesión sin mapa me permite sondear qué recursos propios de la persona no están siendo utilizados. Me interesa especialmente este factor, a la procura de que el cliente dependa lo menos posible de un conocimiento que lleva dentro de sí. También, trabajar sin mapa me permite abordar los temas sin prejuicios ni ideas preconcebidas.
Y, cómo son las cosas, como he indicado, hago primeras sesiones astrológicas sin mapa. En cambio, con los clientes que vienen a desarrollar sus habilidades en los procesos de mentorización literaria sí que uso el mapa desde buen principio, más que nada para comprender sus motivaciones y alentar la creatividad con preguntas provocativas.
Como no es una máquina explicadora, porque para ello ya hay programas que interpretan, lo que distingue al astrólogo artesano es su capacidad para discernir. ¿Discernir, el qué?. BIen, vamos a ello.
El profesional de la ayuda escucha al cliente en su petición. No le debería interesar hacer proselitismo fácil en base a sus conocimientos privilegiados. Con ello quiero decir que el cliente, si no conoce a fondo las diferentes opciones que se pueden aplicar en la ayuda que espera obtener, basa su opción en algo que le parece fiable de acuerdo a lo que necesita plantear: un icono, una marca, el nombre de la cosa. Sin embargo, el cliente, influenciado por lo que supone y no sabe, puede querer ser ayudado más por una técnica que por una persona.
ES decir, lo que hace que la ayuda sea eficiente es la relación interpersonal. Sin embargo, repito, a menudo el cliente se dirige al profesional de acuerdo a la línea que se supone cultiva. Es decir, pasa por alto el motivo nuclear y se deja seducir por las categorías, clasificaciones y nombres de cosas.
Todo esto viene a colación del asunto de si para llevar eficientemente una consulta es necesario ir directamente a recitar un mapa astral. O dicho de otro modo: ¿es necesario ponerse de rodillas ante el cliente? ¿o es que no podemos contrariarle en lo más mínimo? ¿debemos ser obedientes y, si lo que nos pide es recitar una carta, recitarla sin cuestionar? ¿y si se pueden hacer las cosas de otra manera, acaso con más creatividad y más finamente ajustadas a la petición de fondo del cliente, aunque suponga utilizar herramientas insospechadas e imprevistas?
Les pongo un ejemplo:
Un cliente va al odontólogo. El odontólogo, que sabe mucho de dientes y encías, le recomienda hacer aquello y lo otro. Todo, obviamente, según la odontología invasiva convencional. Sin embargo, la boca forma parte de un sistema. ¿Por qué, por ejemplo, para el tema de encías, no se podría utilizar la acupuntura, dado que es un asunto sistémico? Está claro que el odontólogo, si no está en condiciones de ofrecer tratamiento con acupuntura, nunca aconsejará acudir a la medicina china. Otra cosa es que el profesional en cuestión sepa tanto de odontología, de medicina china y de homeopatía. Le puede decir al paciente que para su problema, y para no abusar de intervenciones invasivas, se haga un tratamiento estratégico en base a más de una técnica.
Esto era un ejemplo, acaso demasiado evidenciado.
Ahora paso a mi experiencia concreta:
Hace unos años tenía ante mi un cliente. Al iniciar la sesión le pregunté si los datos de los que disponía, con el mapa ya a la vista, eran los correctos. El caso es que había algún fallo en la fecha. Así, pues, aquella sesión no se podía realizar. Sin embargo, convenimos proseguir la conversación, despojándose él de la expectativa que traía y yo, también, de la responsabilidad. Es decir, desprogramamos la relación padre-hijo y la convertimos en hermano-hermano. El resultado fue una conversación muy creativa e inusitadamente esclarecedora, en la que se tocó todo lo que el cliente esperaba y necesitaba. Incluso más: como yo no tenía el mapa fue el cliente quien articuló el discurso que esperaba escuchar de mi. Luego, al acabar, y habiéndonos emplazado para otro día con la carta calculada adecuadamente, me di cuenta de que esa persona explicó en voz alta lo que venía a escuchar de mi. El caso es que cuando volvimos a encontrarnos, ya con el mapa correctamente calculado, la sesión no ofreció ninguna novedad remarcable.
Mi conclusión es que las personas no utilizamos todos nuestros recursos. Ni el astrólogo los utiliza, puesto que los fía a los conocimientos que cree tener de astrología; ni el cliente, que cree que el conocimiento le tiene que venir desde fuera, desde un sistema que se le antoje fiable.
Así, pues, mi forma de trabajar se inicia con una sesión sin mapa. Mi propósito ahí es que todo lo que se pueda clarificar se clarifique y, mejor que mejor, que no llegue a hacer falta la sesión con mapa. Y aunque ésta se conviniera llevar a efecto, el bagaje de la sesión anterior la hace más provechosa y sustancial.
El valor añadido de hacerlo de esta manera lo descubre el cliente, lo descubre en sí mismo, puesto que se encuentra con un marco en el que los recursos encuentran el marco adecuado para mostrarse y brillar.
Las personas no utilizamos nuestros recursos. Los hemos fiado a sistemas, marcas, categorías, iconos.
Si una persona insiste en que sea auxiliada por un icono, pues adelante, que lo sea. Sin embargo, propongo que antes de acudir a él probemos tratar de los asuntos de una manera creativa, como si se tratara de una lluvia de ideas que surge de la buena química natural. Luego, si es necesario, podremos utilizar el mapa con más y mejor terreno.
Cuando alguien me pide consulta, y le planteo todo esto que he explicado, me encuentro con dos tipos de respuesta:
- de quien lo acepta confiado.
- de quien no confía y quiere que la sesión sea con el mapa.
En este último caso, pregunto: ¿Qué la hace fiarse más de un mapa? ¿o es que no se fía de mi en absoluto?
Pienso y siento que la ayuda profesional entre personas es necesaria, siempre y cuando la confianza sea recíproca. Sin embargo, si una persona se obstina en que únicamente un mapa le puede dar la respuesta, sin haber conversado con la pausa necesaria, entiendo que es un capricho o un lujo. No lo es cuando una vez tenida la sesión inicial, sin mapa, se comprueba que, para las inquietudes expresadas por el cliente, es necesario contar con el mapa.
Por otro lado, la sesión sin mapa me permite sondear qué recursos propios de la persona no están siendo utilizados. Me interesa especialmente este factor, a la procura de que el cliente dependa lo menos posible de un conocimiento que lleva dentro de sí. También, trabajar sin mapa me permite abordar los temas sin prejuicios ni ideas preconcebidas.
Y, cómo son las cosas, como he indicado, hago primeras sesiones astrológicas sin mapa. En cambio, con los clientes que vienen a desarrollar sus habilidades en los procesos de mentorización literaria sí que uso el mapa desde buen principio, más que nada para comprender sus motivaciones y alentar la creatividad con preguntas provocativas.
He aquí un enlace sobre cómo se desarrolla un proceso de acompañamiento en la línea de lo expresado en este artículo.
Para las personas interesadas en seguir un proceso de mentorización literaria, pueden ponerse en contacto conmigo a través del correo electrónico. Lo encontrarán en la página principal del blog, justo debajo de la cabecera a la derecha.
Para las personas interesadas en seguir un proceso de mentorización literaria, pueden ponerse en contacto conmigo a través del correo electrónico. Lo encontrarán en la página principal del blog, justo debajo de la cabecera a la derecha.
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