El ciclo neoliberal empieza en 1982 y acabará en el 2020. En este ciclo se ha elevado al dinero a objeto de culto puro y duro. Sin embargo, me pregunto yo aquí y ahora, cómo es que hemos consentido todo este tinglado. La respuesta tiene unas vertientes ciertamente complejas. Podríamos decir que si el abandono del patrón oro, que si la deslocalización y desregulación de empresas y capitales, etc. Podríamos añadir, por poner otro ejemplo, la extinción de la figura del líder, el político notable que era capaz de cambiar el rumbo de un país. Todo esto último empezó a caer durante la década de los 60, época de grandes magnicidios. A partir de estos años, los 60, el liderazgo de los países ya no está en manos de los gobernantes sino, más bien, de grandes corporaciones. Ya en época de la presidencia de Eisenhower él mismo dijo que la industria militar tenía más peso en las decisiones que el criterio del gobernante.
La otra respuesta posible, ante la pregunta de cómo hemos consentido entre todos la acción de este gran tinglado, puede ser una que esbocé en un artículo anterior llamado Los años de Ajoblanco, y que cito textualmente a continuación:
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Modelo neoliberal y fuga hacia la terapia; o, más bien, rapto hacia lo terapéutico.
A partir de los 80 se ve a las claras
que el paradigma del cambio ya no es el Nosotros -la solidaridad y la
construcción colectiva de un mundo mejor- sino el Yo. Y el Yo compite,
sin darse cuenta, contra sí mismo, en un régimen de autoexplotación que
aniquila cualquier traza del Nosotros. Es decir, el culto al Yo es el
antídoto de la posibilidad del cambio que sólo el Nosotros podía hacer
posible. Total, que a partir de esos años, los 80, al Yo se le dice que
si quieres que haya un cambio debes empezar por ti mismo, algo que
resulta ser un anatema, pues el Yo es un neurótico que, a la que le das
de comer, se vuelve estéril para cualquier tipo de cambio. El Yo lleva a
una esclerosis del Nosotros. El caso es, como digo, que a partir de los
80 la necesidad de cambio y mejora fue raptada por el crédito bancario y
por el auge de lo terapéutico. O dicho de otro modo, el activismo
naciente de los 60 y 70 fue secuestrado por la banca, la burocracia
política y por la terapia. Es decir, las personas, imbuidas de una idea
que las hacía responsables de los desaguisados del sistema, fueron
arrojadas hacia el mundo de la terapia.
Es decir, la energía que nos llevaba al
activismo colectivo fue conducida hacia lo terapéutico, hacia la
enfermedad de lo individual. Luego, como hemos visto, el sistema entra
en una crisis descomunal y vemos que con la terapia no es suficiente.
Hay que pasar del Yo al Nosotros.
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Está claro que el ciclo neoliberal ha seducido a la individualidad hasta conseguir que viva entregada a la psicosis del individualismo. En otras palabras, la sociedad individualista ha secuestrado la individualidad y la ha obligado a trabajar para sus perversos fines. Y es ahora que nos damos cuenta de que la individualidad se desarrolla mejor en la grupalidad, cosa que es justo lo contrario que sucede con el individualismo, que deja a la individualidad agotada y exhausta.
Más de uno ha pensado cómo es posible que no haya habido más movilizaciones, con lo que está cayendo. La respuesta, pues, bien podría ser que, hasta hace bien poco, la conciencia grupal había estado seducida y abducida por las promesas del individualismo. Es decir, las personas vivíamos pensando en términos individualistas sin darnos cuenta de las consecuencias negativas que traería en cuanto a erosión de la individualidad.
Ahora, sin embargo, hay un resurgir de la grupalidad. Sin embargo, como aún faltan unos años para el inicio del nuevo ciclo, me pregunto yo si los movimientos sociales emergentes son realmente activistas (o neoactivistas) o si, por el contrario, son formas neoliberales de culto a una marca tomadas de las prácticas del branding de las empresas y demás consultoras de lujo.
Entonces, pues, ¿qué es de esperar para el próximo ciclo, el que se inicie a partir del 2020?
Es evidente que el activismo social va a ser clave a partir del 2020. Incluso podríamos entender que las insurgencias que acontecen hoy en día son formas con las que nos vamos entrenando ante el activismo que el futuro nos irá exigiendo poner en marcha.
A partir del 2020 el activismo será la forma habitual de acción preferente. El individualismo ha sido un brote con obsolescencia programada. Incluso habrá activismo por un mendrugo de pan, a falta de ideologías que nos cohesionen. Es decir, el activismo que iremos viendo se sostendrá en motivaciones muy concretas.
Nota:
la casualidad ha hecho que la Contra de hoy, adjunta en este escrito, trate de temas muy afines.
2 comentarios:
Es interesante la nota. Coincido bastante. Como crítica te diría que tiene una visión muy eurocéntrica. En latinoamérica, los movimientos sociales vienen haciendo este tipo de "activismo" (que aquí llamamos militancia) desde hace años y han podido generar cambios aún en los gobiernos de nuestros países. Que aún faltando mucho, hemos generado cambios importantísimos para nuestros pueblos.
Te animo a ampliar la mirada y hacerlo hacia latinoamérica, que será sin dudas, el nucleo desde donde nacerá el próximo cambio de paradigma.
Saludos.
Hola, Carlos. Agradezco el comentario. Describo los hechos en la medida de mi pertenencia a un ámbito político y geográfico. Extender mis comentarios a la situación en latino américa me llevaría a conocer más de lo que ahora conozco.
Es decir, describo situaciones a través de dos focos: la astrología y lo que percibo a mi alredor.
Ojalá tuviese tiempo para llegar a comprender lo que sucede más allá del ámbito que conozco.
Saludos.
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