El mundo es ingobernable y la pretensión de poder es un anhelo que se resiste a ser consumado.
Que se piense que un país está siendo gobernado es (o ha sido) una creencia tan fuertemente implantada que hace que parezca que sea así, hasta el punto que una minoría dispone del escenario en donde ello sucede. Comprender tal escenificación es lo que hace que la desigualdad exista. Ahí está su poder.
El realidad, el mundo es un desgobierno. Me refiero al mundo humano, claro. En realidad es la naturaleza quien realmente manda. El poderoso, si es que se puede llamar así, es quien conoce la naturaleza de los hechos, la naturaleza de los humanos ante los hechos, las emociones, etcétera. Poderoso es quien tiene tomada la medida de la construcción interna humana. Poderoso es quien comprende que la vida es un vaivén, sus ciclos, lo cósmico. Poderoso es quien tiene información al respecto de ello. Poderoso es quien se queda para sí toda esta información. De ahí que no quiera que estas herramientas de comprensión salgan fuera de su control.
De la ingobernabilidad del mundo, maquillada de aparente gobierno, van apareciendo beneficiarios y víctimas que se van reciclando a lo largo de la historia de la humanidad. La cultura egipcia, por poner un ejemplo, ya nos advirtió de ello. Dijeron: el mundo funciona como una pirámide. Y cada pirámide alberga un secreto que atraviesa generaciones y culturas enteras. Es decir, la pirámide humana alberga un secreto que hace que el asunto funcione como funciona. Y quienes comprenden tal funcionamiento poseen poder. No distingo si este poder está ceñido a lo económico o lo político. Me refiero a todas las clases de poder. Bien, en realidad no tiene poder ni conocimiento. Digamos que observan el poder y el conocimiento en la naturaleza de las cosas.
Sigo y le doy una vuelta.
El poder en las personas no existe como algo contenible, emanado o creado desde su voluntad. Es la voluntad la que es emanada por el poder de la naturaleza intrínseca de las cosas, la cual puede ser concienciada a posteriori.
La única voluntad es la que surge de arrodillarse ante este hecho.
El poder en las personas surge de la aceptación de nuestras posibilidades y limitaciones. También, de una conciencia transgeneracional o transpersonal. Y, como dije antes, del conocimiento de lo sinuoso de la naturaleza, perceptible en los ciclos que tanto están en el bosque como en la ciudad, lo cual permite prevenir, adelantarse, etcétera.
Poder, pues, no lo tiene nadie en concreto. El poder lo tiene la naturaleza. Poder, en todo caso, deriva de la contemplación del conocimiento. Poder es conocer sin dejarse embarullar por los delirios humanos.
El humano no tiene poder. Sin embargo, puede llegar a conocerlo.
Poderoso es quien es consciente de los efectos iatrogénicos de sus propios actos y puede evitar tales efectos. O, como mínimo, que la tal iatrogenia esté bajo control. Descontrolada, acabaría destruyendo a quien la provoca.
En este sentido, la humanidad ha demostrado no tener ningún poder, por más que beneficiarios y perjudicados digan lo contrario.
No puede ser poderoso quien no reconoce el fracaso en el que incurre de forma continuada, por más que lo tape o lo maquille. Y el fracaso es proporcional a la iatrogenia generada.
Poderoso es quien controla el delirio. Víctima es quien se deja controlar por él.
Las burbujas de Capricornio.
En la historia reciente de la humanidad, además de las burbujas de las que todo el mundo habla, se han generado dos especialmente peligrosas. Una es la que deriva de la conjunción entre Saturno y Neptuno acaecida en 1989. La otra, la que se formó en 1993 entre Urano y Neptuno.
La del 1989 dejó una huella en el grado 11 de Capricornio. La de 1993, en el grado 19 del mismo signo.
La conjunción de 1989 está muy vinculada a la historia de los países de la Europa del Este. Sobre este grado 11 llegó el tránsito de Plutón, el gran petador de burbujas, y nos dejó bien avisados de las consecuencias iatrogénicas de los actos humanos. Como muestra un botón: lo que está aconteciendo en Ucrania. Resulta curioso que una de las regiones que forman este país, Crimea, fue escenario de la madre de todas las guerras: la guerra de Crimea. Fue pasada la mitad del siglo XIX y su huella se dejó notar, y muy mucho, en las guerras del siglo XX.
El humano no sabe cerrar bien sus conflictos. No tiene poder para ello.
La otra burbuja es la que está asociada al grado 19 de Capricornio. Sobre ese grado pasará Plutón durante el bienio que formarán los años 2017 y 2018. Como este grado tiene gran relación con la construcción de la Europa federal, pues el Tratado de Maastricht viene de ahí, cuando Plutón llegué a ese grado nos mostrará aspectos muy evidentes de toda la iatrogenia humana generada hasta ese momento.
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