Cuando el Imperio inglés dio por finalizada su etapa colonial inventó, mediante astuta lectura de los hechos pasados, presentes y futuros, la Commonwealth, que ha resultado ser la perpetuación de aquel espíritu dominante, eso sí, adaptada a los tiempos que fueron viniendo. Muy diferente, pues, de lo acontecido en los estertores del Imperio español, en 1898. Pocos años más tarde, Unamuno, allá por 1909, nombra la Hispanidad -concepto desarrollado posteriormente por Ramiro de Maeztu-, que es como la Commonwealth pero en vacío. Es decir, el Imperio inglés aún existe (bajo otra forma), mientras que el Imperio español, definitivamente no (ni con otra forma, excepto que consideremos a Catalunya como colonia).
El Imperio inglés diseñó a su medida la Commonwealth. Y el Imperio español, en cambio, se conformó con elaborar un constructo nostálgico que le sirviera para tapar la decadencia. Y aquí estamos, con esa cosa que sigue y sigue.
Que nadie se engañe, pues España ha ido perdiendo toda la relevancia, tanto de puertas afuera como de puertas adentro. La última tapadera en caer es la que concierne a la relación entre Catalunya y España. Sin embargo, el discurso patriotero sigue y sigue, solo que agazapado tras un lenguaje jurídico que es pura paja. Es decir, se pertrechan en la Constitución los mismos que hace decenios habían tomado las armas y las banderas dispuestos a todo. Los mismos que, para tapar sus vergüenzas, utilizaron el concepto unamuniano.
El otro elemento que quería poner sobre la mesa, para relacionarlo con todo lo anterior, es el modelo económico español. Como es bien sabido, España entró en el capitalismo y en la industrialización en 1959, con el plan de estabilización. Sin embargo, al llegar a los años 80, ya con los gobiernos de Felipe González, el ministro Carlos Solchaga y su equipo diseñaron un futuro para España que la dejaría convertida en un país para el turismo, el jolgorio, el ocio y la diversión. Ello supuso el fin de buena parte de la industria y de la agricultura. El porvenir de la entelequia ha expirado... y nosotros con estos pelos. Ah, y sin referéndum. Es decir, una situación que nunca se explicó a los españoles y, por lo tanto, sin oportunidad para que el pueblo pudiera participar en tan determinante decisión.
Lo curioso es que Franco sí que convocó un referéndum para la independencia de Guinea. Más curioso aún es que se celebrara (o se proclamara) el 12 de octubre de 1968. Qué cosas, ¿no?
¿Se imaginan que durante este 2017 se proclamara otra independencia, pongamos que entre el 11 de septiembre y el 12 de octubre? Yo creo que será entre el 2017 y el 2020, como he venido augurando desde hace tiempo.
Como cierre de este artículo les diré que hay un ciclo de 61 años que afecta a España, además de aquel otro de 39 años, del cual escribí hace tiempo, y que sirvió de punto de arranque para todo lo que he ido escribiendo al respecto.
Pues bien, el ciclo de 61 años me lleva a relacionar el 2020 con 1959. Ya saben, 1959 y aquel plan de estabilización que dejaría a España que no la iba a reconocer ni la madre que la parió. Bueno, esto último es un decir, porque las esencias castellanas no se pierden. Y si tiramos 61 años para atrás, desde 1959, nos vamos a 1837: primera guerra carlista, la puesta en marcha de una constitución liberal y la recientísima desamortización de Mendizabal . Y todo fue un fracaso.
Es decir, 61 años de un evento a otro y a otro (hasta desembocar en el 2020).
El factor común que subyace en estos años (1837, 1959 y 2020 es algo así como: España intenta abrirse al mundo por obligación. O, si prefieren, España se abre al mundo cuando aspira a ser un imperio. Si no aspira a nada, a España le cuesta abrirse.
Otra más: si restamos 61 años a 1837 nos vamos a 1776. En ese año Adam Weishaupt funda la sociedad secreta de los Iluminati. Los Iluminati pueden relacionarse con el Club Bildelberg. El Club Bildelberg fue auspiciado por Estados Unidos para mantener Europa bajo control y a su servicio. Y ahora, con el Brexit, se consumará la intención de Estados Unidos de llevar a la Unión Europea a su deconstrucción. La crisis de Europa, unida a la de España, hará que muchos asuntos locales (el proceso en Catalunya, por ejemplo) se pongan definitivamente encima de la mesa.
La otra guinda, relacionada con 1776, es que Luis XVI hizo una donación que determinó el desarrollo final de la guerra independencia de Estados Unidos. De hecho, fue su gran patrocinador. Otra paradoja, como ven, muy relacionada con esa relación entre Estados Unidos y Europa. O, lo que es lo mismo, entre Francia e Inglaterra.